
En la mañana de un domingo la muerte tomo un trago más de su copa solitaria

En los muros de las aulas donde acechan las primaveras quedaron en silencio
Por los campos de mi pueblo, una brisa firme la recorrió por última vez

Por las calles de Armstrong, algún obrero, maestra, bohemio lo recordará.
Las cuatro estaciones de su pueblo siempre tendrán una hermosa excusa y traerlo aquí.
Estos francostrinadores no vinieron a este mundo porque si, ni la muerte será capaz de
que podamos olvidar su sonrisa, su voz y su enojo por la injusticia.
Una guitarra quedará muda esperando a ser tocada, ella entenderá que las caricias
no son para siempre.




