¿Necesitas orar pero no sabes cómo hacerlo?
La oración, según yo lo entiendo, es generar un ambiente mental, en donde logres elevarte desde una plataforma espiritual, libre de toda preocupación, incertidumbre o ansiedad.
Esta liberación es esencial en la oración para poder tener “audiencia con el Espíritu”.
La escritora norteamericana Mary Baker Eddy, defensora del tratamiento mental como una de las herramientas para la metafísica contemporánea, entiende que “la oración, unida a un deseo ferviente y habitual de conocer y de hacer la voluntad de Dios, nos traerá a toda la Verdad. Tal deseo tiene poca necesidad de la expresión audible. Se expresa mejor en el pensamiento y en la vida”.
Al orar de esta manera, uno permite que el pensamiento promueva la acción hacia una nueva perspectiva de vida, dejando de lado las reacciones desfavorables y lograr dominio.
Con tal oración, comenzarán a vislumbrarse soluciones espirituales y una mejor calidad de vida.
Mientras que “pedir”, pensando que estamos orando, es creer que algo nos falta.
Hay mensajes cristianos que nos llevan a pensar que se debe orar frecuentemente, si es posible todo el día.
Pero ¿cómo lograrlo cuando estamos sumergidos en las ocupaciones diarias y aun cuando una situación nos angustia?
Jesús daba gracias al establecer su conexión con el poder divino, y esa era la oración más contundente y efectiva.
Nunca aceptó que el ser verdadero fuera pobre o enfermo, conflictivo o infeliz, lo elevaba al nivel de lo que representa una idea espiritual, libre, abundante de bien y provisto de todo.
En la década del 80 mi esposo quedó sin empleo, teníamos los niños pequeños y una serie de compromisos como el alquiler del departamento y otras obligaciones.
Fue difícil enfrentar esta situación durante muchos meses, pero comprendí que necesitaba más que nada entender dónde se originaba nuestra provisión.
La duda y el temor cedían al comprender que Dios como nuestro Padre “nunca nos daría una piedra si lo que merecíamos era el pan”.
Recuerdo la historia de una muchacha ocupada en las tareas domésticas, y escuchó a unos pastores intercambiando ideas en cuanto a orar todo el tiempo. Esta muchacha viendo que no llegaban a ninguna conclusión, les dijo: es uno de mis textos bíblicos favoritos: “Orar sin cesar”.
Ellos le preguntaron: “¿Cómo puedes orar todo el tiempo cuando tienes tantas cosas que hacer durante el día?
Ella respondió: “Más cosas tengo que hacer, más puedo orar. Cuando abro los ojos por la mañana, oro para que Dios abra los ojos de mi entendimiento.
Mientras me estoy vistiendo, oro para ser vestida con el manto de justicia.
Cuando me estoy lavando, oro para ser lavada por la regeneración; cuando estoy trabajando, oro para sentirme con fuerzas para desempeñarme durante el día.
Cuando enciendo el fuego, oro para que la obra de Dios se reavive en mi alma.
Cuando barro la casa, oro para que mi corazón puede ser limpiado de todas sus impurezas.
Cuando preparo el desayuno y participo de él, oro para ser alimentada con el maná y la leche espiritual pura de Su palabra.
Mientras estoy cuidando los chicos, miro a Dios como a mi Padre y oro, por el espíritu de adopción, que yo pueda ser su hija, y así en adelante, todo el día, cada cosa que hago me proporciona un pensamiento para orar”(Christian Science Monitor, año1925)
Cada uno puede volverse como un niño receptivo y dócil al escuchar las ideas que vienen de ese silencio inaudible que discierne los mensajes divinos. Esto es oración.
Como resultado de esa conexión con Dios como fuente de todo lo bueno, llegó una excelente propuesta para mi esposo y el lugar ideal para desempeñar su actividad.
La oración es el vehículo más directo para vencer cualquier obstáculo y aportarnos completa paz y seguridad.
Intentarlo aun en un país con índice de desempleo es una buena opción para cualquier persona.
Elizabeth integra el Comité de Publicación, en Argentina, y escribe reflexiones desde su perspectiva como profesional de la Ciencia Cristiana. Síguela en Twitter: @elisantangelo1 – Facebook: Elizabeth Santangelo de Gastaldi