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Embarquemos sin peligro. Por Elizabeth Santángelo.


glowimages_120-J4-RV66RW34Siempre me han llamado la atención los mascarones de proa de los barcos. En general, bellas figuras femeninas como en el caso de la Fragata Libertad, el barco escuela argentino.
El mascarón representa a la República Argentina en una figura femenina; coronada con el gorro frigio, símbolo del derecho más apreciado: la libertad.
Como toda tradición marina, abundante en presagios, creían que el mascarón tenía la función de resguardar a la nave y su tripulación de los peligros y de la fuerza del mar.
Esa metáfora de que los mascarones de proa traen protección, hizo preguntarme: ¿Cómo podemos sentirnos a salvo de las dificultades, incluso ante problemas de salud, que muchas veces nos amenazan?
Tal vez, en alguna ocasión, recibiendo un diagnóstico irreversible.
¿Es posible encontrar alivio y confianza en medio de estas condiciones?
¿Cómo encontrar un trayecto seguro para calmar el temor o la angustia que generan esos momentos?
A veces, se cree que el factor suerte o mala suerte juega un papel en todas estas situaciones. Pero, si así pensáramos, estaríamos en el mismo plano de pensamiento equivocado, como los antiguos navegantes, atribuyéndole a una imagen o falso dios, el poder para que nos proteja de las dificultades.
Una amiga estaba sugestionada con lo que le había dicho una vidente hacía unos años. Ella quedó tan atemorizada que pensaba constantemente cuándo le sucedería lo que le había pronosticado.
En ese momento, le facilité un ejemplar de Ciencia y Salud con la Llave de las Escrituras, por Mary Baker Eddy.
Al principio, ella se resistió a leerlo, pero luego que conversamos, pensó que no perdería nada en saber de qué se trataba.
En una de sus páginas estaba la respuesta que había estado buscando, porque confiar en el poder de Dios anulaba el temor de que otra influencia negativa pudiera intervenir en su vida.
Ella leyó: “No existe poder aparte de Dios. La omnipotencia tiene todo el poder, y reconocer cualquier otro poder es deshonrar a Dios”. Esto tenía íntima relación con el Primer Mandamiento tan conocido, que dice no tener otros dioses aparte de Él.
Razonó que de ninguna manera su vida estaba entregada al azar, y por lo tanto no debía dejarse vencer por pensamientos alarmistas y vacíos.
Esa luz de esperanza la ayudó a elevarse y pensar más confiada en que la salud era lo único que podía experimentar y el estado real de su ser. Debía protegerse de todo mal pensamiento.
Tener consciencia de su conexión con Dios, la capacitó para orar y afirmar la presencia divina, guiándola infaliblemente en cada aspecto de su vida.
¡Imagínese la sensación de paz y seguridad que le aportó esa manera de pensar que puede ser considerada una oración! Esta oración le trajo la libertad de pensamiento en relación a su futuro y a su salud, y pudo así vivir con equilibrio y sin temor.
No tomamos decisiones equivocadas o sin rumbo cuando dejamos que el timón del Amor divino nos guíe y proteja de las tormentas cotidianas.
¿Te animas a zarpar?

Elizabeth escribe sobre salud y bienestar desde una perspectiva espiritual, y representa en Argentina al Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana. Twitter: @elisantangelo1