Y el viaje llegó a su fin.
Tras una larga jornada de unas 24 hs entre vuelos, traslados de un aeropuerto a otro y tiempos de espera, llegamos de vuelta a nuestro país.
En Fisherton nos esperaron varias caras familiares, entre ellas la comitiva oficial de la Municipalidad, presente para la bienvenida como lo había estado en la despedida.
Lo obvio sería contar que llegamos a nuestros hogares entre cansados y entusiasmados, mostramos fotos, repartimos souvenires, compartimos anécdotas y, más tarde o más temprano, dormimos (varios días después recién nos recuperamos del jet lag).
¿Pero qué hay más allá de lo obvio?
Tal vez un breve duelo por todos aquellos vínculos que durante 15 días fueron nuestra completa cotidianidad y repentinamente se truncan ante el inminente regreso “a la realidad”. Es inevitable cierta indiferencia que duele un poco y obliga al desapego.
Sin embargo, lo más interesante es la parte en que el viaje continúa y no solo a través de los recuerdos o de las ganas que surgen de armar un proyecto donde volcar todo lo aprendido, sino en acciones más sutiles.
Y ya que estaba pregunté también por un libro sobre mitología griega. Pero no un ensayo aburridamente descriptivo. Quería las narraciones de los mitos, tipo cuento. Me trajeron varios ejemplares, uno más prometedor que el otro. Así que elegí uno y también lo compré.
Luego le tocó el turno al cine. Bastante tiempo atrás me habían hablado de “Benvenuti al Sud” y “Benvenuti al Nord”, dos películas basadas en un film francés, donde se procuran mostrar en clave de comedia los prejuicios que enfrentan a los italianos en la histórica rivalidad Norte-Sur. Las miré en un diálogo mental permanente con todo lo que había vivido en Italia.
Al tiempo que escribo esta última columna, me pregunto si mis compañeros argentinos habrán continuado este viaje ya en sus casas y a través de qué cosas.
¿Cuántas de todas estas semillas interculturales seguirán rodando por el mundo?
Ojalá que muchas, para seguir conociéndonos, para que las distancias se sigan achicando.
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