Las vacaciones pueden ser un período sin preocupaciones o tal vez, lo contrario. Muchas veces resulta en estrés y ansiedad. Hay aspectos que podemos resaltar, antes, durante y después de las vacaciones:
- Planificar el destino y los costos
- Comunicarse más con la pareja, familia o amigos.
- Desvincularse del trabajo y la rutina.
- Al regresar, adaptarse nuevamente a los hábitos cotidianos.
Cuando pensamos en el destino para vacacionar, inmediatamente nos planteamos si somos capaces de afrontar esa inversión, (porque las vacaciones son una inversión), no solo de tiempo sino también de índole económica.
Cuántas veces puede ocurrir que, al querer dar un paso más allá de nuestras posibilidades, dejamos compromisos pendientes, y que al regreso ocasionan preocupación y estrés, al no saber cómo afrontarlos.
Hay un ejemplo bíblico donde Jesús utiliza una parábola relacionada al compromiso con nuestras obligaciones, y pregunta: “¿Quién de vosotros, queriendo edificar una torre, no se sienta primero y calcula los gastos, a ver si tiene lo que necesita para acabarla?”
Del mismo modo, apresurarse a tomar decisiones equivocadas, no es señal de proyectar unas vacaciones para disfrutar, sino de estresarse.
Es muy valioso considerar que las vacaciones no son únicamente hacer un viaje. Al quedarnos en casa, podemos dar lugar al diálogo en familia, cambiar los hábitos y hasta dejar de lado el reloj, que en días de actividad nos marca el cumplimiento de las horas de trabajo o estudio.
Según indica la experiencia de Jorge Rovner, psiquiatra y presidente de la Asociación Argentina de Psicoterapia Zen, “el 70 por ciento de las personas laboralmente activas continúa pensado en sus obligaciones laborales al menos los cuatro o cinco primeros días de sus vacaciones. Y un porcentaje menor, pero en crecimiento, nunca termina de estar de vacaciones”.
Por eso es importante el esfuerzo para desvincularnos de las actividades diarias, no tener en cuenta determinados mensajes del celular, teléfono, computadora, para que las vacaciones tan ansiadas y merecidas no sean frustradas con otra clase de rutina que no favorece al entorno emocional.
Poner más atención a esos detalles, nos lleva a atender ciertos aspectos y a crear ciertos hábitos que contribuyen al bienestar y a la salud mental.
Atender el clima de nuestro pensamiento es esencial, desalojando ansiedad e irritabilidad y al mismo tiempo, dejando de aceptar que solo durante las vacaciones, es posible sentirnos libres y en plenitud.
Volver de un viaje o concluirlas en el mismo ámbito familiar, nos dispone a tener una visión más distendida para retomar y enfrentar las actividades, y especialmente estar agradecidos por la oportunidad de llevarlas a cabo.
Ser flexibles y adaptables dice algo importante de nosotros: no creer que volveremos nuevamente a la monotonía, depende de cada uno, porque podemos cambiar algo del entorno para continuar disfrutando cada día con alegría y esperanza, tal como si continuáramos en período de vacaciones.
Cultivar el hábito de quedarse en silencio aun estando en vacaciones, dejando de lado las maquinaciones mentales y estar dispuestos a escuchar la voz de Dios, contribuye a conectarnos con la fuente de ideas que nos vincula con la oración, colmándonos de paz.
Este entrenamiento permite elevarnos espiritualmente y eliminar temores acerca del presente o del futuro. ¿No les parece que es el indicativo de aprovechar bien el tiempo libre?
Esto sí es calidad de vida que coopera con tu bienestar y salud mental.
Elizabeth es Comité de Publicación de la Ciencia Cristiana, en Argentina.
Twitter: @elisantangelo1 –