Este capítulo trata por primera vez el caso de una detenida que provenía de la Juventud Peronista.
Epígrafe de la foto:
Díaz Bessone un genocida del sur de Santa Fe
Cabe recordar que esta persona nunca dio entrevista a nadie, y este caso fue extraído de la Causa Feced II cuya sentencia salió publicada el 2 de diciembre de 2014 donde los Jueces de Cámaras del Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 2 de Rosario, Dres. Noemí Marta Berros, Roberto Manuel López Arango y María Ivón Vella, bajo la presidencia de la primera de los nombrados, asistidos por los Sres. Secretarios de Derechos Humanos del Tribunal, Dres. Silvina Andalaf Casiello y Guido Yercovich. En este caso precisamente fueron condenados Nast, Lucio César; Altamirano, Carlos Ulpiano; Lo Fiego, José Rubén; Torres, Ricardo José; Ibarra, Ramón T; Fermoselle, Julio; Olazagoitia, Ovidio; Portillo, Diego; Travagliante, Pedro; Vallejo, Ernesto y Dugour, Eduardo.
Cómo expresé en el comienzo de este tramo de la historia, la víctima protagonista de este capítulo nunca se acercó hacia quién esto escribe a pesar del pedido que yo hiciera públicamente en el año 2016 en el Programa Intermedios cuando su conductor Mario Chiappino me invitará a la presentación del Video Documental La Dictadura Cívico Militar en Cañada de Gómez. Su decisión del anonimato es por demás de respetada y entendible, sobretodo cuando uno lee lo vivido por esta señora en sus días de detención. El nombre con la que voy a identificarla en esta historia será Elda Evangelina Ferrero, quién estuvo detenida desde agosto de 1976 durante un breve tiempo y posteriormente vuelta a detener en marzo de 1977 donde estuvo un año en la cárcel de Villa Devoto, una de las más duras y crueles de aquel entonces. Este testimonio, también sirvió en la causa en las que Ramón Genaro Díaz Bessone –Excomandante del II Cuerpo del Ejército- y José Rubén Lo Fiego –Exoficial de la policía santafesina-, en marzo del 2012 fueron condenados a prisión perpetua por los delitos de homicidio calificado por alevosía, privación ilegítima de la libertad y tormentos aplicados en perjuicio de 91 víctimas durante la última dictadura militar.
La joven cañadense cayó detenida justo en el momento en que fue a declarar, previa citación en la Jefatura de Policía, por el homicidio del que había sido víctima la Dra. María del Rosario Spetale, una amiga con quien compartía la vivienda. Cabe agregar, que Charo Spetale como era conocida en su ciudad natal, es según información que me brindara Cabeco Cuberlis en el año 2014 a quién esto escribe, la quinta víctima fatal oriunda de Cañada de Gómez asesinada por el Terrorismo de Estado. Ya que las versiones indican, que Charo aparentemente fue asesinada por un grupo parapolicial que fue en busca de Elda y al no encontrarla asesinaron salvajemente a esta prestigiosa bioquímica que de niña vivía junto a sus padres en el callejón 7 de octubre al 300. Según dejaron asentaron las fuerzas parapoliciales en esa vivienda habían encontrado unos papeles de la Juventud Peronista y la llevaron a la División Informaciones de la misma Jefatura.
En 1976, Ferrero tenía 23 años, estaba egresada en la Licenciatura en Letras, carrera que había cursado en la Facultad de Filosofía, había empezado a trabajar haciendo suplencias en la escuela Superior de Comercio e integraba la Juventud Peronista donde militaba activamente. En su testimonio Elda declara que
«Al llegar al Servicio de Inteligencia fui vendada y me llevaron a un lugar –en la misma planta de ingreso- donde fui interrogada acerca de esos papeles que encontraron, duramente golpeada y me aplicaron corriente eléctrica con picana sobre el cuerpo. Esta sesión de tortura duró el resto de ese día y la noche. De ella participaron cuatro o cinco personas que, entre sí, se llamaban por apodos. Recordó haber escuchado el “Ciego” y “Jorge”. Luego se enteró que el “Ciego” era Lo Fiego. Después de permanecer varios días en esa planta, siempre vendada, Ferrero manifestó que fue bajada al sótano, donde permaneció sin vendas. Su familia tardó más o menos un mes en localizarla.»
Los represores solían bajar hacia el sótano donde estaban hacinados los detenidos, de ahí Ferrero pudo reconocer al Sargento, a Darío, el Vasco, Carlitos -que era el que dirigía ahí abajo (en referencia al sótano)- y uno al que le decían Ramón. De algunos, posteriormente se enteró sus verdaderos nombres, por ejemplo Darío era Fermoselle y el Vasco era Olazagoitía. Ferrero aclaró que
«Adentro todos se decían por sus sobrenombres, agregando que charlaban con los detenidos demostrando siempre poder e impunidad y que les contaban que salían a la noche a secuestrar gente. Muchas veces –añadió- bajaban armados. Recordó que el 6 o 7 de septiembre de 1977, que era el día de los montoneros y que el año anterior había habido un atentado contra la policía, bajó Carlitos y les dijo que habían salido a reventar gente. Entre los detenidos en el sótano, Elda recordó a Carmen Lucero y Patricia Antelo, quienes –dijo- eran muy jovencitas, tendrían 14 o 15 años. Contó que también estuvo allí el matrimonio Larrosa, que llegó con una nena de unos 5 años que después de un tiempo vinieron a buscar los abuelos. Recordó igualmente a Liliana Gómez, a Stella Hernández y a Ana María Ferrari, quien había sido torturada. Añadió todos los que pasaban por el Servicio de Inteligencia eran torturados, ninguno que entraba allí dejaba de ser torturado. Expresó saberlo por los gritos, todas las noches y algunas veces de día, y después cuando bajaban lo contaban ellos… charlábamos, era una vida en comunidad. Asimismo, refirió haber visto las secuelas de esas torturas en muchos detenidos. Narró que, en ocasiones, sacaban gente, las trasladaron y luego nunca aparecieron, recordando en especial el caso de la flaquita Minetti y dos compañeros, lo que había denunciado –dijo- en 1984. Relató que, en el sótano, había hombres y mujeres detenidos y que llegaron a ser aproximadamente 50 personas. En una habitación grande estaban los varones; y había otras dos habitaciones –una grande y otra más chica- en la que estaban alojadas las mujeres. Relató las pésimas condiciones de ese subsuelo, con un solo baño y sin ducha. Nos bañábamos con el jarrito, señaló.»
En otro tramo de su declaración, Elda evocó que estando en el sótano tuvieron que llevarla al Hospital Centenario porque tuvo un principio de enfisema por lo mucho que fumaba ahí encerrada, ya que de noche no podía dormir por los gritos y entonces fumaban. Le dieron la medicación que sus padres le traían y luego, como al mes, la trasladaron a la Alcaidía. Al leer las causas por las que Elda Evangelina Ferrero fue detenida en los informes de la División Informaciones de la UR II (fs. 3545 y fs. 7569, pto.a.27) se puede apreciar que esta profesora de Letras, cayó en manos del Ejército el 26 de agosto de 1976 por personal de esa unidad bajo control operacional del Comando del II Cuerpo y alojada en el Servicio de Inteligencia a disposición de las autoridades militares. Se consigna allí que la nombrada era activista de base y se desempeñaba en la Juventud Universitaria Peronista, colateral de la organización Montoneros. Que el 12 de noviembre de 1976 fue llevada a la Alcaidía de la UR II y el 15 de noviembre de ese año trasladada a la U.C.2 de Devoto. Entre sus actividades, el informe consigna que Elda había participado de pintadas y volanteadas en la Facultad y que, posteriormente, pasó a la Juventud Peronista de la zona sur, realizando pintadas en los barrios Sáenz Peña y Villa Magnano, y diversos actos relámpago. Pero para saber más del calvario que vivió Elda en esta sentencia podemos seguir viendo que
«Está probado que, casi un mes después de su detención, se dispuso el arresto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional de Elda Evangelina Ferrero mediante Decreto “S” 2.135/76 de fecha 21 de septiembre de 1976 (cfr.copia agregada a fs. 6122/6124 y publicado en el B.O.N. el día 17.04.13) y que por Decreto “S” 3.347/76, de fecha 22 de diciembre de 1976 (copia reservada en Secretaría; publicado en el B.O.N. el 17.04.13) se dispuso el cese de dicho arresto, circunstancia que –indudablemente- significó que recuperara entonces su libertad desde la unidad penal de Devoto, lo que no impidió su nuevo apresamiento.
»En el LMG Nº 36 de la Alcaidía Mayor (reservado en Secretaría en bibliorato y acompañado por la Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Santa Fe), fs. 91, con fecha 4 de noviembre de 1976, consta que la detenida Elda Evangelina Ferrero fue conducida al Juzgado Federal Nº 2 por una causa sustanciada por infracción a la ley 20.840; en la foja 178 de ese mismo LMG, con fecha 14 de noviembre de 1976, se da cuenta del reintegro de la detenida Ferrero al S.I.. Se ha acreditado también que, luego del cese de su arresto y de haber salido de Devoto, la señora Ferrero volvió a ser detenida, alojada primero en el S.I. y luego en la Alcaidía en los años 1977 y 1978. En el LMG s/Nº 14 de la Alcaidía Mayor (reservado en Secretaría en sobre Nº 65), en la foja 516 fechada el 8 de noviembre de 1977, consta que el oficial Marote hace entrega de las detenidas procedentes del S.I., entre ellas, Elda Evangelina Ferrero. A su vez, en las fojas 926 y 943 del mismo LMG, con fechas –respectivamente- 21 de febrero de 1978 y 24 de febrero de 1978 consta la autorización de visitas en la Alcaidía de la señora Ferrero, por parte de sus padres José Ferrero y Elena Margarita Zicardo. Dicha autorización procede del Tte. Cnel. González Roulet del Comando del II Cuerpo de Ejército. El precedente cuadro probatorio, pormenorizadamente descripto, permite tener por comprobado que Elda Evangelina Ferrero –de 23 años de edad y militante de la Juventud Universitaria Peronista (J.U.P.)- fue privada ilegalmente de su libertad en fecha 26 de agosto de 1976 y alojada en el Servicio de Informaciones de la ex Jefatura de Policía de Rosario, donde fue víctima de tormentos.»
Si hacemos historia sobre este juicio, todo se inicia cuando en «1984 un grupo de sobrevivientes del centro clandestino de detención Servicio de Informaciones de la entonces Jefatura de policía de Rosario -por el que pasaron más de 2000 personas- denunció a la patota del interventor de la Unidad Regional II, Agustín Feced, fallecido dos años después, ante la justicia provincial. En marzo de 2012 se dictó la primera sentencia en el primer tramo de la causa popularizada como Feced, a quien fuera Jefe del Comando del Segundo Cuerpo de Ejército hasta octubre de 1976 (…) la próxima parte de la causa, que ya se conoce como Feced III, tendrá sentados en el banquillo de los acusados a todos los condenados en las dos primeras partes, y por lo menos a cuatro represores más. En ese juicio, que comenzará el año próximo, estará acusado el sacerdote Eugenio Zitelli para quien la APDH solicitó la elevación de la causa a Juicio Oral.»
Hoy, Elda camina por las calles de su ciudad con su mirada firme y austera. Jubilada de su profesión, pasa sus horas leyendo y algunas mañanas en el café. Siempre acompañada de aquel cigarrillo que le sirvió como compañía y refugio para evitar escuchar los tormentos de las torturas. También con ella camina el misterio de la muerte de Charo en manos del Estado, aquella bioquímica que siempre me recordaba Cabeco… Aunque nos cueste entender a quiénes vamos en busca de la verdad, entendemos tu silencio y comprendemos tu dolor.
Por Pablo Di Tomaso-