Pilar Sordo, la psicóloga chilena en una de sus charlas contó una anécdota con un paciente ciego que hizo emocionar a todos.
En la primera consulta de Jaime, Pilar le pidió que escribiera las cosas buenas que le pasaban. Una semana después, el hombre le llevó cuatro cuadernos con todo lo bueno y positivo que le sucedía. La psicóloga quedó impresionada. Jaime hacía mención a las cosas simples de la vida, como secarse con una toalla seca, sábanas limpias, acostarse con un pijama pulcro, agradecer chispitas de la gaseosa tocando la punta de la nariz, perfume de las flores, olor a pan tostado, el sol pegándole en la cara.
A consecuencia de esto la psicóloga reflexionó en su charla: “estamos más ciegos que Jaime”, porque “hay una discapacidad física o mental y otra del alma, porque una de ellas se ve (como en el caso de Jaime) pero la otra, la del alma, se disimula para que no se vea”.
¡Cuántas veces dejamos pasar estas situaciones cotidianas que Jaime detalló! Eso porque les restamos importancia, aspiramos y reclamamos muchas cosas, no estando satisfechos con lo que nos rodea, y desperdiciando momentos, horas y hasta años sin sentir la menor satisfacción.
He entendido que una de las cosas más bellas de la vida es la gratitud acompañada de reconocimiento.
En lugar de reclamar sin tener respuestas, tal vez agradecer haber despertado y saber por encima de todo que no es necesario encontrar una razón para estar bien; solo por estar vivos, por defender la alegría, reconociendo que nada está perdido y se puede tener esperanzas de una vida mejor.
Todo lo aprovechable ya está en nuestro interior y muchas veces necesita ser reconocido y sacado a luz, porque es probable que no lo percibamos.
Muy acertado es lo que refiere un pasaje de las Escrituras en palabras del Apóstol Pablo: “Sean vuestras costumbres sin avaricia, contentos con lo que tenéis ahora; porque Él dijo: ‘No te desampararé, ni te dejaré’ ”.
Reflejar la alegría, el buen humor y gratitud por todo lo que ya tenemos y nos rodea, nos abre una puerta para experimentar algo nuevo y quizás inesperado.
Aprovechar nuestros talentos es demostrar que estamos capacitados para hacer el bien, tal vez perfeccionando el trabajo, oficio o profesión, y aun compartiendo con los demás una palabra amena y hasta una sonrisa que también es contagiosa y necesaria.
Estas señales nos hacen darle un nuevo sentido a la vida y ubicarnos en el lugar que cada uno ocupa en la familia así como también en cualquier ambiente donde nos movemos.
¿Qué cosas escribirías tú en la lista que hizo Jaime? Como él, es posible hoy mismo que tu también veas las cosas buenas que te pasan.
Elizabeth integra el Comité de Publicación, en Argentina, y escribe reflexiones desde su perspectiva como profesional de la Ciencia Cristiana.
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