El ex intendente juró este viernes en una Legislatura colmada, en la que se reflejó el multicolor partidario. Esta particularidad fue planteada en su discurso, en el que expuso líneas parecidas a las de Macri en el Congreso. Anunció obras, un plan contra la droga y que buscará acuerdo para la reforma constitucional.
«En los próximos cuatro años no habrá cosa más importante en mi vida». El ingeniero rosarino Miguel Lifschitz, ex intendente de la ciudad, juró este viernes en el cargo de gobernador de Santa Fe en reemplazo de Antonio Bonfatti. Es muy seguro que sea un día inolvidable para él, por la posibilidad de concretar un sueño inmenso de militancia y acción política. Una oportunidad de poner el cuerpo a lo grande.
La ceremonia se realizó en la Legislatura, ubicada en la capital provincial, ante la Asamblea Legislativa. Allí, el flamante mandatario pronunció un discurso en el que de alguna manera se sumó al cambio de clima que ya se vislumbró este jueves, en la asunción de Mauricio Macri como presidente: hizo especial énfasis en que su gobierno será de diálogo, invitó a sumarse al mismo a quienes lo enfrentaron en las elecciones –Omar Perotti y Miguel del Sel (ambos presentes en la Legislatura)– y prometió respeto absoluto hacia los que piensan distinto.
Más tarde, Lifschitz recibió los atributos del mando –banda y bastón– de parte de Bonfatti en una emotiva ceremonia en el Salón Blanco de la Casa de Gobierno, donde no cabía un alfiler. Allí, tras brindar la sonrisa más amplia y sostenida que pudo, el mandatario electo volvió a hablar: agradeció a los presentes, insistió que buscará consenso para todos los temas y se refirió especialmente a su antecesor, de quien dijo que hizo una “gran gestión”.
Unió ambos escenarios con una caminata por el centro santafesino, al rayo del sol del mediodía, escoltado por cientos de militantes socialistas y simpatizantes que le ofrecieron una cálida bienvenida a la gobernación.
Jura y discurso
Mientras el ahora tercer gobernador socialista de la provincia –tras los mandatos de Hermes Binner (2007-2011) y Bonfatti (2011-2015)– apuraba su desayuno en su casa, junto a su esposa, la diputada provincial, Clara García, y sus 4 hijos, el recinto de la Cámara de Diputados empezaba a llenarse.
Con la llegada de los legisladores, quienes tomaron asiento en sus bancas, hicieron su entrada la intendenta Mónica Fein, el secretario general de la Municipalidad Pablo Jakvin, el Defensor General de la Provincia de Santa Fe, Gabriel Ganón, la diputada Alicia Ciciliani, el diputado Hermes Binner, la diputada Victoria Donda en compañía de su beba, Roberto Falistocco y Rafael Gutiérrez, miembros de la Corte Suprema de Justicia, el presidente de la UCR, Jorge Corral, la edila y flamante presidenta del Concejo rosarino, Daniel León y también, menos puntual, Miguel Del Sel.También participaron funcionarios entrantes y salientes de la gobernación.
Habían pasado unos 20 minutos de las 10, cuando ingresó encerrado en un caluroso aplauso, el gobernador electo, de impecable traje negro, cortado con camisa blanca y corbata roja brillante.
A diferencia del cansancio en el rostro que no pudo esconder al final de la campaña de las elecciones generales, esta vez Miguel Lifschitz apareció radiante. Su vice gobernador, Carlos Fascendini, le tomó el juramento «por la patria y el honor». Después, se cantó el Himno Nacional Argentino y cuando el reloj marcó las 10.28, dio comienzo a su discurso que se extendió casi por una hora.
Antes de adentrarse en el corazón de su gestión, hizo una pausa para agradecer a Roberto su padre, de quien señaló, no tenía «dobleces». Ahí fue cuando se le quebró la voz y pudo continuar, reconociendo a su maestro político Guillermo Estévez Boero.
«En los próximos cuatro años no habrá cosa más importante en mi vida», dijo sobre el trabajo que lo espera y sostuvo, como hablando consigo mismo: «Quiero retirarme con la conciencia tranquila».
Apuntó al desarrollo, a «mejorar la condición humana», al «acceso a los derechos», a «la equidad, la integración urbana, la inclusión y la cohesión social».
“Del Sel y Perotti estarán a mi lado”, afirmó. Además, varias veces nombró y elogió a sus antecesores socialistas, Hermes Binner y Antonio Bonfatti, de quienes dijo que le abrieron el camino.
“Vamos a hacer del diálogo una actitud permanente de nuestro equipo de gobierno”, sostuvo. Y prometió “escuchar con humildad, sin soberbia, sin autoritarismo, sin descalificar a los que piensan distinto”.
También como Macri, puso en foco la necesidad de combatir la corrupción: “Voy a encabezar un gobierno honesto, transparente, decente, siguiendo la impronta de las gestiones de Binner y Bonfatti”.
Además, anunció obras –el eje de la pasada campaña– entre ellas el plan de Hidrovía del Paraná y la finalización de los hospitales. También dijo que apuntará con todo contra el narcortráfico y que asistirá a los consumidores con un nuevo programa. Además, planteó la necesidad de reformar la Constitución santafesina y que buscará un acuerdo para ello.
El hasta hoy senador departamental por el socialismo es el mandatario número 87 de la historia santafesina desde 1815, cuando juró en el cargo Francisco Candioti, el primero a partir de la organización nacional. Testigos de este hecho histórico, cargaron las gradas desde donde acompañaron cada palabra del nuevo gobernador, que cerró su presentación con un llamado «de corazón» a la Policía y con ellos a todos los trabajadores.
A pesar de que mencionó en varios momentos la necesidad de promover la inversión privada del sector empresario, eligió para el remate a la fuerza trabajadora reunida en sindicatos y gremios. «Hay que volver a apostar a los trabajadores como fuerza de cambio», manifestó y cerró con un pedido que sonó a ofrenda: «Cuenten conmigo».
El calor del pueblo
Todavía no eran las 11.30 cuando Lifschitz acompañado por su mujer, se abrió paso entre la multitud que lo esperaba en la puerta del Congreso. Entre los presentes, imperaba el color rojo socialista, se escuchaban bien altos los tambores y los cantos de apoyo. Como si fuera una gran bola humana, formada por las autoridades, personal de seguridad, simpatizantes, periodistas y camarógrafos, la comitiva tomó la calle 4 de enero, encabezada por la banda policial que hacía sonar sus vientos.
Ya en la avenida López el sol penetraba en la sien y provocaba resoplidos en los caminantes. Muchos intentaron refrescarse con agua y otros, simplemente, se aflojaron las corbatas.
La llegada a la Casa de Gobierno fue casi a las 12. Sobre las escalinatas principales esperaba a Lifschitz el gobernador saliente, con su banda albiceleste sobre el pecho.
Minutos después se encontraron en el Salón Blanco, rodeados de sus propios ministros y secretarios. En los asientos, no sólo estaban quienes habían formado parte de la asunción, también varios dueños de medios de comunicación y funcionarios. Lo primero que se leyó fue una carta del padre Ignacio y después se procedió al traspaso de la banda y el bastón. La alegría se dibujó en una sonrisa amplia, la más marcada que pudo compartir el ex intendente rosarino, y de parte de Bonfatti, se advirtió una fuerte emoción.
Una vez más, fueron los aplausos los que supieron darle un marco a tanto simbolismo. Miguel Lifschitz cruzado por la banda argentina y entre sus manos un bastón que tomó con fuerza. Así se despidió de la ceremonia que le dio comienzo a una nueva vida, aquella en la que los asuntos provinciales serán los primeros.
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