Los reproches mutuos se tomarán un respiro para dar lugar al armado de la estrategia del oficialismo provincial para las cruciales elecciones del año próximo.
«Nadie se salva solo», admitieron muy cerca del gobernador santafesino.
Públicamente van a decir «nunca estuvimos peleados», pero las desavenencias entre Antonio Bonfatti y Miguel Lifschitz parecen haberse superado. Al menos «se abrieron puertas», como admiten desde el sector del ex gobernador, o «algo de eso hay, porque nadie se salva sólo», como se oye decir muy cerca del actual mandatario santafesino.
Lo concreto es que los reproches mutuos se tomarán un respiro para dar lugar al armado de la estrategia electoral de 2019. Con el proyecto de reforma constitucional empantanado, casi una traba por estos días para imaginar un plan B que los impulse al futuro, se sucederán las reuniones para imaginar las mejores condiciones para que el socialismo tenga chances en la pelea electoral que se avecina, ahora que Cambiemos está en baja.
«Tampoco hubo un concilio de Trento», se encargó de graficar un operador cercano a uno de los dos sectores para bajarle el perfil a lo que los periodistas estamos tentados en llamar «el acuerdo». Pero se admite que el gobernador «está distinto, reconoce la realidad objetiva», y —por ende— ha empezado a dar gestos de conciliación que antes no tenía.
Durante la visita de José Luis Rodríguez Zapatero, invitado por el Gobierno de Santa Fe para dar unas charlas con un guiño a la posibilidad de la reforma constitucional, se produjo algún encuentro que antes era esquivo. Tal vez las afirmaciones del ex presidente de España hayan influido cuando dijo: «¿No sé por qué tiene tan mala prensa llegar a acuerdos, cuando los mejores productos políticos de la historia son grandes acuerdos?». ¿Será esta definición la que convenció a los principales referentes del partido de la rosa de sentarse a dialogar?
Qué hacer con la reforma
En tren de restarle importancia a este acercamiento, desde ambos sectores internos del Partido Socialista (PS) suelen apelar a frases de este estilo: «A veces desde afuera, desde la prensa, se leen cosas que parecen irreconciliables, se exagera, cuando no es para tanto. Hubo momentos de mayor tensión, pero nunca la sangre llegó al río», explican con espíritu docente.
A cualquiera le vienen a la cabeza numerosos ejemplos comentados por lo bajo, que empezaron con las diferencias sobre quién debió ser el candidato a gobernador del Frente Progresista (FPCyS) en 2011 hasta un intento por bajar la nominación del propio Lifschitz en 2015. Pero deben ser nomás exageraciones periodísticas.
Lo concreto ahora es que avanza la reunificación de proyectos. El primer problema es qué hacer con la reforma constitucional, que está trabada en ambas Cámaras y con un periplo de comisiones que será difícil de atravesar.
Es probable que sea poco serio retirar el proyecto, pero sí ya convenga resignarse a que la expectativa de habilitar una reelección del actual gobernador no saldrá seguro, con lo que habría que «terminar la jugada», como se dice en el fútbol.
Al gobierno le va a interesar llevar el tema al debate para que quede claro quien está a favor y quien en contra. Pero después del receso legislativo que comienza la semana próxima confían en que la Legislatura le ponga un destino a esta aventura y habilite la posibilidad de discusión para el año próximo, por ejemplo.
¿Habrá salto de peronistas?
Este nuevo escenario habilitaría el comienzo del armado de los esquemas electorales de cara a 2019, donde es un secreto a voces que Bonfatti será el candidato natural del Frente Progresista, que podría competir a nivel interno con algún otro postulante que represente al radicalismo que seguirá en esa construcción política y, si se suma, algún otro que represente a los peronistas, que por estos días están siendo tentados a dar el salto.
De todos modos, nadie confía demasiado en que, estructuralmente, algún sector del peronismo se anime a cruzar el Gólgota, porque es la primera vez en mucho tiempo que ese partido vuelve a vislumbrar chances de victoria en la provincia con la candidatura de Omar Perotti, al que por ahora le cuestionan haberse ido al Mundial de Rusia y desperdiciar preciosos tiempos de armado político.
Ni el rafaelino, ni Agustín Rossi ni María Eugenia Bielsa, quienes controlan las estructuras partidarias, acuerdan con sumarse a un frente como al que está invitando el socialismo. Por lo que la pata peronista que podría incorporarse se limitaría a algún presidente de comuna o intendente. Aunque, en el mientras tanto, haya varios que mantengan las expectativas en alto.
Tres tercios
Quienes son más optimistas sobre esta reconciliación puertas adentro del socialismo ya hablan de que a la candidatura a gobernador de Bonfatti se sumará la de Lifschitz traccionando una lista de diputados provinciales, y hasta imaginan cómo se integraría.
Hablan de tres tercios: uno para candidatos puros del socialismo, otro para los radicales que se queden en el Frente Progresista y la otra parte para los otros sectores que se sumen al acuerdo. A algunos les cierra y a otros les parece escaso, mezquino. Pero ya se está hablando de todos juntos. Eso es lo que cambió esta semana.
Por Daniel Abba.