SILENCIAR A LA EDUCACIÓN. Se sabe que al menos unos seiscientos docentes fueron asesinados y desaparecidos durante los siete años en que duró la dictadura cívico-militar. El 24 de marzo de 2017 la CTERA publicó un documento alusivo a estos hechos donde expresa que las «muertes y desapariciones de líderes barriales, sociales, religiosos, políticos, cuya ausencia nos debilita y nos enflaquece a la hora de luchar en este desgarrador presente de niños desnutridos, de muertes evitables, de piqueteros baleados, de compañeros procesados, de hambre, de pobreza extrema, de exclusión. Por eso no puede haber subterfugios inconstitucionales como la «obediencia debida», ni el «punto final», ni indultos politiqueros, que nos borren a más de 200 adolescentes arrancados de nuestras aulas ni a los 606 docentes asesinados, detenidos/desaparecidos. Los obreros, los artistas, los poetas, los escritores, los científicos, los militantes de la vida, los vecinos, los amigos, los conocidos, los religiosos, los comprometidos, los humanitarios, los… cuya desaparición contribuye decisivamente a la falta de liderazgos actuales. Tampoco dejarán la pesadilla los compañeros perseguidos, torturados, exiliados, acosados, sobrevivientes al genocidio.» También en ese documento podemos verificar los nombres de cada uno de los docentes que hoy no se encuentran con vida por culpa del Terrorismo de Estado donde lamentablemente no figura el nombre de Fany Elena Giordano la maestra asesinada en febrero de 1977, pero en esa nómina se puede distinguir a muchos otros oriundos de la provincia de Santa Fe como Clara Argento Fonatine de Couralt, María Catalina Benassi García, Juan Carlos Beraustegui, María Luisa Bregant, Susana María Busaniche, Raúl Churrarin, Raúl García, Nora Larrosa, Cristina Leal, Luis Lezcano, María Cristina Luchéis, María Teresa Manzo de Winkelman conocida como la Flaca Tita, María Elena Monasterolo, Gustavo Pon, Elsa Guadalupe Sedrán de Carullo, Teresa Soria de Sálate y Norma Valentinuzzi de Maggio todos ellos asesinados y desaparecidos.
En nuestra ciudad el caso emblemático es el de Fany Giordano, pero no hay que dejar que olvidar que aunque sobrevivió a la represión otro entrañable docente cañadense fue detenido en la dictadura cívico militar. Estamos hablando de Edgar Salomón, quién fuera profesor en la Escuela de Comercio Nº 4, hoy Nº 211 Dr. Félix Pagani y director de la Escuela Superior de Comercio Nº 51 Manuel Belgrano en Armstrong. Comenzó su tarea teatral en la Nocturna, como así se lo llamaba a la institución educativa cañadense donde trabajó, posteriormente decidió junto a otros apasionados de la actuación cofundar el recordado Teatro Popular e Independiente Siripo. Aunque muchos indican que por su trabajo en esta agrupación fuera detenido tanto él como algunos integrantes, quién esto escribe y después de haber estado reunido con muchos contemporáneos de Salomón, el motivo de su detención tiene que ver más bien con una actuación pública realizada tiempo antes del golpe. Esto no solamente le sucede a Salomón sino también coincide con lo ocurrido con José Ramacciotti –su papel en la pueblada de Amiratti– y otros jóvenes que fueran detenidos en el mismo tiempo que Edgardo que habían sido marcados por su actuación en la toma de la Escuela de Comercio en 1974, su militancia obrera y sus afiliaciones a partidos y agrupaciones de izquierda. Quién no aclara muy bien sobre la detención de Edgardo es su hermana Elsa quién expresa que
«Mi hermano fue detenido en octubre de 1976. Él había realizado sus estudios en el Instituto Superior del Profesorado y más grande se recibió de profesor de Matemáticas y en ese ínterin, cuando matan a Bello y a Cabral, el como estudiante encabeza una marcha de compañeros del profesorado se dirigen a la Plaza San Martin, y allí dirige unas palabras en defensa de todo lo ocurrido y creo que desde esa vez el quedo fichado como persona que actuaba como no correspondía en esa época.»
Es justo remarcar para que el lector se ubique que Juan José Cabral, Chelo, siendo un estudiante de Medicina fue asesinado por la policía de Corrientes en el Correntinazo ocurrido el 15 de mayo de 1969 y dos días después, en Rosario, mientras alumnos y militantes se manifestaban en repudio a esa muerte, es asesinado Adolfo Ramón Bello quién recibe un balazo de la policía cuando siendo estudiante y miembro del centro de estudiantes de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional de Rosario, un agente de policía mediante un balazo en la frente lo deja sin vida. El 20 de mayo la Federación Universitaria de Rosario decretó una huelga estudiantil y el miércoles 21 de mayo de 1969 se realizó una Marcha de Silencio en homenaje a Adolfo Bello, organizada por la FUR y la Confederación General del Trabajo (CGT). La represión policial y militar de la marcha llevó a una sublevación general conocida como Rosariazo, durante la cual también resultaría asesinado el obrero y estudiante Luis Norberto Blanco, de apenas 15 años. Por esas muertes que se llevó la dictadura de Onganía, en Cañada de Gómez se organizaron marchas alusivas donde agentes de inteligencia de la policía anotaron minuciosamente quiénes integraban las mismas, entre ellos Edgardo Salomón.
El pionero del teatro independiente cañadense estuvo veintitrés días detenido en la entonces Jefatura de Rosario que estaba ubicada en la calle Santa Fe. Durante ese tiempo sus hermanas y su madre estuvieron constantemente afuera esperando por él. Ellas temían por su vida. Cuando Edgardo consiguió su libertad después de esas tortuosas jornadas, la misma llegó con una nota que decía que el mismo quedaba cesante de su cargo como director en la Escuela de Armstrong. Recordemos que a Salomón se le aplicó la Ley de Prescindibilidad, que posteriormente hablaremos, y que fuera sanciona durante el gobierno de Isabel Perón pero fuertemente aplicada en la dictadura. El profesor Ricardo García acerca del hecho remarca que «el decreto por el cuál lo dejan cesante dice que no hizo nada, no sabemos nada pero por si acaso ¡lo dejamos cesante! Hundieron a esa familia en la pobreza, en la marginación y en la soledad, porque como todos teníamos miedo, no nos era tan fácil ayudar a los compañeros que como él tenían dificultades. Él y toda su familia pasaron muchas penurias.» La libertad que obtuvo Edgardo no era la misma de antes, quizás la precesión iba por dentro, de cómo sufrió nos sigue contando Elsa…
«Después que él quedó libre no lo siguieron persiguiendo, porque estaban las constancias escritas, que siempre llevaba en fotocopias por las dudas, pero lo que si como toda persona que fue detenida no volvió a ser más el mismo. La persona que fue torturada, ultrajada, que sufrió todo eso junto con otros, no vuelve a ser el mismo, no conversaba ni comentaba pero estaba como un ser desvalido ya, sobretodo sabiendo que no podía regresar a su trabajo, o sea que era un desocupado, también a nivel económico eso influyó mucho, porque recién retoma su trabajo a partir de la Democracia. Allí para recuperar su trabajo tuvo que efectuar varios viajes a Buenos Aires y no estaba tan bien así que mi hermana María del Cármen era quien lo acompañaba para fortalecerlo, ayudarle. Él que siempre llevaba adelante todo, él que era tan líder, cuando hizo quinto año había sido elegido el mejor compañero, que fue director del Teatro Siripo de Cañada de Gómez, que dirigió teatro en Armstrong, Casilda, Totoras, Marcos Juárez, en Rosario fue seleccionado como director elegido de la región para que dirigiera Antígona Vélez de Leopoldo Marechal, o sea que era reconocida su labor. Como hermano fue excelente, muy inteligente, muy capaz, muy humilde y así fue también con los compañeros de teatro con la gente y demás.»
Sin lugar a dudas que la detención de Edgardo Salomón fue tan injusta como la de todos los que cayeron en manos del Terrorismo de Estado aplicado en Argentina entre 1976 y 1983. Edgardo fue un brillante intelectual, quizás el hombre más destacado de la cultura cañadense en la historia reciente. Durante once años estuvo al frente de una compañía independiente de teatro que, todavía hoy, es reconocida en la historia teatral del país. Sus obras dejaban un profundo mensaje humano y social al espectador. Osvaldo Cosme Valfosca recuerda que Edgardo «decía que el teatro tenía que ser la vida llevada al escenario, y que si vos exageras y pasas los límites de lo que la generalidad piensa, le estas creando una situación que no es acorde con el espectador, haces desaparecer el espectador porque automáticamente niegan el escenario. Edgar expresaba hablemos simple, hablemos para el pueblo.»
Por su parte Elsa Salomón, cierra su entrevista con el dolor que vivió en aquel tiempo como si lo estuviera pasando ahora…
«Fueron momentos muy dolorosos que no deberían haber existido, la persecución, el miedo a tener libros, el quemar libros, libros autores todo porque teníamos miedo de todo, la música, mucha gente hizo eso… todo lo que a uno lo hacía crecer y todo bueno tenía que desaparecer. Tuvimos mucho miedo, vivimos ayudando al desvalido, en este caso a mi hermano, él tenía su familia que mantener. Esto no debería haber existido, hubo errores también de antes, pero yo creo que cuando hay errores tendrían que haberlos ajusticiado como correspondía y para eso están las cárceles, llevaron a mucha gente inocente, jóvenes muy inocentes, y porque tenían ideas poner bombas, fue muy terrorífica esa etapa, como que los seres humanos no podíamos pensar, hubo gente que se exilió, se fue al exterior, pero los de acá estuvimos exiliados también.»
Para finalizar este recuerdo de un docente detenido por las manos asesinas de los dictadores, cuya historia muy pocos se animaron a contar y que suele ser olvidada por muchos historiadores es preciso recordar un párrafo de Eduardo Galeano en La desmemoria/2 en El libro de los abrazos, publicado en 1989 donde expresa que
«El miedo seca la boca, moja las manos y mutila. El miedo de saber nos condena a la ignorancia; el miedo de hacer, nos reduce a la impotencia. La dictadura militar, miedo de escuchar, miedo de decir, nos convirtió en sordomudos. Ahora la democracia, que tiene miedo de recordar, nos enferma de amnesia: pero no se necesita ser Sigmund Freud para saber que no hay alfombra que no pueda ocultar la basura de la memoria.»
Edgardo Salomón, un poeta del teatro, un hombre íntegro lleno de convicciones y una humildad inigualable. Un docente que no dejaron que sus tizas expresaran en el pizarrón de la vida la belleza de la libertad.
Otra de las figuras de la educación que tuvo un final trágico fue nuestra querida Fany asesinada el 8 de febrero de 1977. Cuando recurrimos a los archivos en el Parque de la Memoria podemos leer en la presentación de la cañadense que se llamaba Fany Elena Giordano Brunacci, nacida el 18 de octubre de 1939 en la ciudad de Cañada de Gómez, de profesión docente, simpatizante del radicalismo y asesinada en la provincia de Santa Fe. Pero si recurrimos a la memoria colectiva de la ciudad nos dice que Fany era hija de José Bruno Giordano y de Elena Brunacci, profesora de Historia y de Literatura, una de las primeras egresadas del Profesorado Nº 5 Perito Moreno, hermana de Nancy y de Norma, la tía de Fernando y una querida persona admirada por sus amistades y colegas. Si revisamos sus antecedentes políticos, si bien en el Parque de la Memoria la citan como militante radical, sólo una vez integró una lista de concejales en la UCRI de Frondizi, no tuvo un accionar protagónico en las huelgas docentes ni integró agrupaciones de izquierda y durante la gestión del intendente de facto Hildo Storni fue miembro de la comisión de cultura. Sin embargo algo hubo para que los militares tomaran la decisión de matarla, algo que aún hoy transcurrido más de cuatro décadas de aquella muerte no se ha descubierto.
El Profesor Ricardo García fue colega de Fany y sobre ella recuerda
«Yo la tuve a Fany Giordano de profesora, cuando ella era celadora en el Colegio Nacional, profesora de Lengua, hizo unos reemplazos. Después la tuve de compañera en la Escuela Secundaria, era una gran profesora, hicimos el profesorado juntos, ella hizo Ciencias Sociales y yo Ciencias Exactas y Naturales. Nuestra camada fue de grandes profesores, nosotros trabajábamos y estudiábamos. Fany era una estudiosa entonces sus clases eran un poema. Ahora si me preguntas ¿siempre estuviste de acuerdo con Fany? No, y ella tampoco conmigo. Íbamos en listas diferentes para el centro de estudiantes, eso no hacia malos ni enemigos, teníamos una forma diferente de ver la coyuntura por eso ella merece el mayor de los respetos, tenía un gran prestigio, por eso digo… ¿Quién la juzgo para luego asesinarla? Los que la asesinaron eran también ladrones, le robaron 300 discos, le robaron la ropa, le robaron lo que había vendido del auto porque se quería ir. Lo único que no se pudieron llevar fue un placard, porque en el vehículo que fueron, que según unos vecinos (que no se pudieron identificar pero que lo dicen), lo quisieron subir pero la chata que llevaron no les permitía subir semejante peso. Eran asesinos y ladrones. Fanny una estudiosa, una profesora con la que se podía discutir frente a frente… sin vueltas.»
Una de las personas que tuvo contacto con Fany, dos días antes de su asesinato fue el ex intendente municipal Jorge Omar Albertengo quién en la entrevista que le realizara Mario Chiappino para su programa Intermedios declaró que
«Lo más importante fue para mí lo de la Fanny, porque cuarenta y ocho horas antes de que la levantaran, estuvo acá en mi casa desde las ocho de la noche a las doce de la noche charlando conmigo, ella que se iba del país y yo que no se debía ir. No éramos grandes amigos, pero nos habíamos hecho amigos por la política porque en esa época yo salía mucho y la Fany era salidora, salíamos a los bares y entonces nos encontrábamos por ahí y nos poníamos a charlar de política. Ella en la política estaba ubicada a la izquierda, pero una izquierda latinoamericana, nada de peronista ni nada de eso. Me extraño mucho que nadie de la familia se preocupara por tener exigencias con ella para cuando ella desapareció, no hizo mucho casi nada. La velaron acá en frente de mi casa (N. del Autor: La Casa de los Giordano estaba en Ocampo al 1200), así que fui y no había nadie. Son momentos que uno vive y dice por que hice todo esto, lo hice porque nadie lo hacía. Estaba la familia sola pero ni hablaban del tema Fany, habrá habido diez personas. La Fanny era esplendida en todo sentido. Yo nunca me imaginé que iba a ocurrir una cosa de esas, que tampoco entiendo como la sacaron de la casa, porque ella vivía en frente del parque y alguien le abrió la puerta, un conocido. Yo pensé… no quiero seguir pensando pero pensé en al menos diez personas pero no puedo decirlo porque no tengo certezas o algo que ella me haya dado una idea… pero nunca me imaginé. Esa noche aquí en mi casa discutimos, yo le decía que no se vaya, que se quede acá y que entre todos ibas a hacer coraje y aguantar. A los dos días la levantaron y la mataron.»
En esta larga búsqueda de datos, fechas, testimonios y fotos; una amiga de Villa Eloísa y también apasionada de la historia, estoy hablando de Mónica Ruani, me acercó el testimonio de Demar Fazi, un ex alumno de Fany de la querida localidad vecina del departamento Iriondo. En él Fazi expresa que
«Fue así que en esa instancia, 1976, la Profesora Fany Giordano Coordinadora en la Escuela de Enseñanza Media 221 de Villa Eloísa y directora, a partir de 1974, del Bachillerato para Adultos, fue protagonista de uno de los episodios más funestos que se recuerden en el pueblo. Esta docente, en su condición de profesora de Historia y Literatura, fue coautora en los apuntes de apoyatura aplicable al Bachillerato para Adultos en toda la Provincia de Santa Fe. Hoy, si analizamos esos apuntes, podemos observar algunos conceptos un tanto diferentes a los glosados por distintos autores cautos que desde siempre marchitaron la historia santificando a próceres que, como seres humanos, tuvieron una vivencia no tan puritana como se supone. La represión de estado llego a ella y la misma suerte corrieron otros profesores que integraban el staff de enseñanza histórica. Es de destacar que la Profesora F. Giordano, toda vez que estuvo en contacto con alumnos del Bachillerato para Adultos, jamás, en sus expresiones, dio muestras de estar alineada a un determinado partido político y menos aun pertenecer a uno célula sediciosa. Por el contrario fue propulsora incansable de la labor docente aun cuando le costaba su magro sueldo en gastos de traslado-diariamente- de Cañada De Gómez a Villa Eloísa (…) En aquel entonces, durante la noche, solía verse en los cafés, sentado junto a una mesa a individuos desconocidos que oficiaban de viajantes de comercio. No era precisamente todas las noches, pero ocurrió una vez, luego de salir de clase, pasada las 23, un grupo de alumnos del bachillerato la invitamos a compartir un café en un conocido bar de la localidad. Estábamos departiendo de cualquier tema cuando nos dijo que con disimulo observáramos a un individuo sentado lejos de nosotros, se hallaba solo y aparentemente leía el diario, luego ella nos asevero que se trataba de un –para ella conocido- agente de civil al servicio de las fuerzas de seguridad que pasa a los datos a sus contactos estratégicos. Esta maestra tenía una gran idoneidad como profesional, y era una de los más grandes pilares para la promoción y el impulso de actividades artísticas; muy aficionada al folclore; gustaba pulsar la guitarra, y cantar y lo hacía con suficiente habilidad. También fue impulsora del teatro vernáculo cuyo protagonistas fueron los alumnos del Perito Mercantil. El éxito de estas obras de teatro alcanzo celebridad por todos los pueblos de la redonda; la obra celebérrima fue Juan Moreira. En cuanto a su sentido humanitario, ella era vehemente cuando se trataba de apoyar o brindar ayuda a alumnos carenciados que tenían baja calificaciones; tales alumnos no podían desertar de la enseñanza media, porque en el futuro decía Van a ser mano de obra barata.»
También a Fany se le aplicó la Ley de Prescindibilidad, y hacia finales de 1976 fue destituida de su cargo en Villa Eloísa como docente. Cabe recordar que Fany también había trabajado en la Escuela N° 235, hoy llamada Bartolomé Mitre, de la localidad de Bustinza bajo la dirección de su gran amiga Edith Valerio. En 1974 le llega el traslado hacia Villa Eloísa donde fue Directora hasta el 28 de diciembre del ´76.
Durante la madrugada del 8 de febrero de 1977, un grupo armado de los servicios cañadenses, golpeó las puertas de su casa. Aparentemente era un conocido, algunos hablan de un ex policía que tenía un mechón canoso en su cabellera oscura. Le destrozaron todas sus pertenencias, la cargaron arriba de un Dodge 1500 y la llevaron a un descampado cerca del cementerio de Armstrong. La asesinaron con 52 balas de 9mm. Al otro día una de sus hermanas al llegar a su casa vio la escena dantesca, al preguntarle a los vecinos nadie escuchó nada. Fue hasta la policía y tampoco tuvo noticias. Horas más tarde, un agente de la policía le entrega un rollo de fotos que era de Fany y le comunica que su hermana había sufrido un accidente en Armstrong. Todo era una mentira. Fany ya no tenía su auto porque lo había vendido para irse del país. La habían matado.
Norma, su hermana, a cuarenta años de aquellas dolorosas jornadas sigue llorando aquella terrible pérdida de Fany, y la mejor manera de cerrar este capítulo de la historia trágica de Cañada son con sus palabras de amor hacia ella…
«Fanny es irremplazable en la familia, era una persona buena, honesta, humilde, sencilla, solidaria, amiga de las amigos, con unas ansias de conocimiento y de aprender; sabía escuchar; era feliz enseñando e hizo una vida muy familiar, porque ella de lunes a viernes trabajaba para la escuela y el sábado y domingo, a pesar de tener su casa lo pasaba aquí en mi casa. Ella para mí fue muy importante porque siempre me ayudo, me cuido. Pero a partir del nacimiento de mi hijo paso a ser importantísima en mi vida, porque ella lo cuidaba cuando yo no estaba, lo mimaba, lo aconsejaba. Inculco en él, con la práctica, muchos valores. La extraño cada día más, le agradezco infinitamente todo lo que hizo y fue para mí y su ahijado, mi hijo, lo que fue para mis padres, para los tíos que nos criaron después que fallecieron nuestros padres, mi tía Débora y mi tío Juan. Y tengo la suerte de poder decir que sus amigas de la infancia y compañeras del Profesorado aún hoy siguen visitándome y mantienen conmigo una amistad como tenían con ella. Siento que la gente y sus ex alumnos la recuerdan con mucho cariño y respeto; cuando me encuentro con algún ex alumno me cuentan alguna anécdota. En todas las escuelas en dónde ella trabajó han hecho algo en su memoria, todos los que la conocieron apreciaron su solidaridad y su dedicación a la escuela. Ella pensó que se habían equivocado, porque si no se hubiera ido enseguida, pensó realmente que se habían equivocado. Ella no había hecho nada de malo, nada para que la inculparan. Es más, un ex alumno me dijo que ella nunca hablaba de política en sus clases, se limitaba a ser objetiva. Nosotros creemos que se equivocaron con ella.»
Cómo diría Vicente Zito Lema en su poesía titulada Desaparecidos…
…A sus espaldas queda la ciudad del corazón dormido
Una ciudad vencida
Los secretos del crimen del
horror se repiten en voz muy baja…