Soy Andrea Cabrera, tengo 45 años, a los 20 me diagnosticaron con Esclerosis Múltiple; hice muchos tratamientos para que esta enfermedad no avance y mejorar mi calidad de vida, Sin embargo, después de 25 años de ese diagnóstico, hace un tiempo que utilizo para movilizarme silla de ruedas y/o andador.
Tras un año 2020 muy difícil para todos, la semana pasada fui a Potrero de Garay para descansar y lo que pretendía ser un momento de tranquilidad y disfrute, terminó siendo un suplicio para mí y mi familia.
El viaje para llegar a destino ya fue muy complicado: encontrar una estación de servicio con baños para discapacitados adecuados y limpios fue una tarea casi imposible. Casi tanto como encontrar restaurantes con sanitarios en condiciones para alguien como yo, con una discapacidad física. Fuimos a varios lugares de conocida “fama” en San Clemente, Potrero de Garay, Villa Ciudad de América y Los Reartes; en ninguno de ellos había baño para discapacitados, ni siquiera puertas anchas para que pase con el andador. Ni hablar de la existencia de una rampa. Y si hablamos de mojar los pies en algún río serrano, misión imposible, ni una “bajada accesible”, por lo que volví a Freyre sin tocar el agua, con la frustración de no poder disfrutar con mi familia esos momentos, solo me quedó la opción de mirar de lejos.
Y me pregunto, con mucho dolor, en esta Argentina donde todos reclaman por sus derechos (a abortar, a la igualdad de género, a la asignación universal por hijos, entre tantos otros), nosotros, los que no podemos caminar, ¿no tenemos derecho a disfrutar de unas vacaciones?
Esto es solo una muestra de todo lo que nos falta como sociedad para trabajar seriamente por la INCLUSIÓN. En la mayoría de los casos, las personas con cualquier tipo de discapacidad sufrimos a diario la vulneración de nuestros derechos.
Andrea Cabrera – Integrante RBC – Freyre