El tan mentado Tetazo se realizó ayer en Rosario y pasó más de lo esperado: miles de personas concentradas, unos cuantos torsos femeninos desnudos, muchos corpiños y reivindicaciones políticas pintadas en el cuerpo o levantadas en banderas. También hubo varones que se acercaron a mirar. La concentración fue masiva en todo el país, como lo vienen siendo las manifestaciones de mujeres contra todos los tipos de violencia. Y en ese sentido, ofició como antesala al Paro Internacional de Mujeres del 8 de marzo.
El Monumento fue escenario de un acto político y feminista. El micrófono amplificó los reclamos por la autonomía de los cuerpos, contra la violencia y la represión. También hubo poesía y música. Las familias y la diversidad de edades fueron muchas, y la mayoría fueron jóvenes. Las tetas tardaron en aparecer: las chicas se sacaron el corpiño de a poco, con complicidad, más o menos tímidas, todas seguras de que había que hacerlo. Probar, al menos, y hacer política con eso. «No estamos para hacer topless. Esto no es algo livianito», reivindicaron las oradoras.
La expectativa por el Tetazo fue creciendo con el paso de los días. Desde su anuncio hubo pronunciamientos. Para las mujeres fue un debate sobre qué hacer, por qué y cómo ir. Los varones no quedaron afuera: muchos buscando su rol para acompañar, otros indignados y hasta violentos. El debate atravesó a todo el país, y ayer a las cinco, plazas y monumentos fueron el punto de encuentro. Desde temprano, el Monumento estuvo bajo la lupa. Las organizadoras llegaron cerca de las 15 a preparar el sonido. Ya para esa hora, agentes de la Policía y la Guardia Urbana custodiaban la zona para prevenir incidentes, agresiones y pintadas.
«Vinimos porque las dos fuimos víctimas de violencia de género». Andrea y Milagros, madre e hija, se sentaron en las escalinatas con tereré, remera y corpiño. «Nosotras apoyamos esto. No porque queremos ponernos en tetas, ni sé si estoy de acuerdo, pero sé que los derechos tienen que ser los mismos para todos», dijo Andrea. Las dos reivindicaron la posibilidad de asistir como familia y de poder estar ahí como quisieran: con remera, contra todo tipo de violencia. «Vine a ponerle el pecho a las cosas», remarcó la mujer. Otra chica, Yanina, de 22, hizo hincapié en la necesidad de reivindicar políticas individuales. Más de una hizo mención al desafío de mostrarse y la necesidad de seguir reforzando los espacios de mujeres. Las consignas se repitieron, como lo venían haciendo a lo largo de la semana, sólo que esta vez se le puso el cuerpo y la voz.
Los más puntuales fueron una decena de hombres de distintas edades, asomados a las escalinatas desde calle Córdoba. La platea se manifestó con claridad. «¿Qué hacemos acá? Esto no se ve todos los días», dijo un señor que parecía sentado frente a un festín. Uno se sumó, sin ruborizarse frente a la cronista: «Vine a mirar y a apoyar, apoyar de atrás». El hombre no quiso dar su nombre porque, dijo, eso lo empujaría al divorcio. También se quejaron de «la cobertura» de las periodistas. A la platea se sumaron los que filmaban desde su celular. Ninguno fue expulsado.
Por Laura Hintze / La Capital.