El paso del tiempo y las adversidades fueron llevándose de este mundo a muchos amigos que fueron testigos y protagonistas de aquellos terribles años, pero la historia cañadense tiene a uno de los pocos sobrevivientes de los atentados del terrorismo de estado y estamos hablando de Roberto Garín.
Roberto nació en Cañada de Gómez el 8 de marzo de 1944, es hijo de José Fermín y de Leticia Cagnín; su padre fue un recordado trabajador de Casa Vázquez y su madre docente de la Escuela Manuel Belgrano. Hizo la escuela primaria en la Normal mientras que la secundaria en el Nacional, siendo de su misma promoción, la del ´61, figuras y profesionales de la vida cañadense como Luis Ferrigno, Oscar Sánchez, Ricardo García, Carlos Fernández, Gerardo Álvarez y Armando Trucha Giordano entre otros. En 1962, junto a Trucha, ingresan a la Escuela de Derecho de la Facultad de Ciencias Económicas de Rosario, aunque tiempo después, finalizó la carrera de Derecho en la Universidad Nacional del Litoral donde fue Secretario de Organización del Centro de Estudiantes de la misma. Comenzó su carrera política en la entonces Unión Cívica Radical del Pueblo, donde en la asamblea de la Juventud Radical de 1966 es elegido como presidente de la misma en el distrito local, cuya elección es desconocida por el presidente del partido Nemesio Valbuena. Participó de la reunión fundacional de la histórica Coordinadora, en Laguna Setúbal junto a dirigentes de la talla de Enrique Nosiglia, Federico Storani, Luis Changui Cáceres, Ricardo Lafferriere, Marcelo Stubrin, Jesús Rodríguez, Facundo Suárez Lastra, Aníbal Reinaldo y Leopoldo Moreau, todos ellos protagonistas esenciales de la llegada de Alfonsín al poder. En 1972 renuncia a su afiliación como radical, incorporándose al Partido Intransigente comandado por el recordado Oscar Allende, donde es fundador de la Juventud del mismo. En 1976 fue convencional del P.I. y durante la misma dictadura, preside el Círculo de Abogados cañadenses en 1982.
La historia de este trabajo, mucho tiene que ver la insistencia de Garín en que quede registrado los testimonios de las víctimas; siendo el suyo el más rico y profundo, dando el punta pie inicial al resto, ya que Garín se encargó de guardar no sólo en su envidiable memoria, sino con fuentes y documentaciones las atrocidades cometidas entre 1976 y 1983. En esa calurosa tarde de febrero del 2016, fuimos con él hacia la que fue su casa durante décadas, ubicada en calle Belgrano 415, donde nos relató el martirio que sufrió él y su familia…
«Después del Golpe de Estado, indudablemente estábamos en una situación muy complicada todos los que teníamos participación y militancia política, nosotros teníamos asumido un compromiso con los marginados de nuestra sociedad. El 6 de octubre de 1976, víspera de los festejos de la declaración de nuestra ciudad, aproximadamente a las 22 horas yo estaba solo en mi domicilio, era soltero y vivía con mis padres. Mientras me estaba preparando para cenar, siento el timbre, abro y se me abalanzan hacia mí una brigada policial, encabezada por el tristemente recordado Raúl Blanco. Con total desparpajo me dijo vos sabes bien que no necesito una orden de allanamiento para entrar a tu domicilio, lo cual me genero una bronca, una impotencia, entraron como siete policías, me revolvieron la casa, y me dijo como con sorna y canchereandome a vos te entrego el negro Gómez. Juan Carlos Gómez era carpintero de una familia ejemplar, que vivía en calle 7 de octubre 476, el padre era enfermero. Gómez vivía en Rosario, estudiaba Bellas Artes, y él estaba comprometido con el Partido Revolucionario de los Trabajadores, y el contacto conmigo era fundamentalmente para preguntar por su familia, y casualmente ese día a la tardecita había hablado conmigo así que yo sabía que eso de que él me había apuntado era una canallada, una mentira, entonces me di cuenta que era todo un operativo armado, orquestado para llevarme detenido. Me llevaron un montón de libros, y uno de ellos era uno que se llamaba Moscú, escrito por un embajador, un diplomático yanqui que hablaba contra la Unión Soviética, era un libro de mi padre. También se llevaron uno de Lisandro de la Torre, sobre el tema de la religión, muy apasionante. Como no encontraron nada me pusieron volantes de Montoneros sobre la cama y otros lugares, entonces también me hicieron firmar una hoja trucha que yo me negué y luego se la firme aclarando que estaba en desacuerdo. Me llevaron a la Jefatura de Policía, y me derivaron directamente al Calabozo Nº 1, donde solamente puede estar alojado una sola y en forma infrahumana, casualmente en ese momento estaba detenido un personaje muy reconocido de nuestra ciudad, Chuchumeco, Ávila de apellido que había sido un gran ex boxeador, que después era un pobre muchacho borracho que los policías lo llevaban y al otro día lo largaban, lo sacaron a él y me pusieron a mí en el Calabozo Nº 1. Junto conmigo detienen a otro compañero Rubén Pez, era un joven trabajador de Obras Sanitarias, miembro del sindicato y compañero de militancia, a él le permitieron que su familia le llevara un colchón, entonces no durmió en el mismo lugar que yo, él durmió en otro lugar de la dependencia policial,. Al otro día nos trasladan a los dos en autos diferentes, a mí en un Torino y creo que a él en un jeep a la Jefatura de Policía de la ciudad de Rosario, allá nos volvimos a encontrar, nos tenían con los ojos tapados, vendados, de allí luego de unas horas, nos llevaron a un lugar intermedio entre lo que era el subsuelo, donde se torturaba, entre el Servicio de Informaciones y la Alcaidía, éramos más o menos unos veinte detenidos, la mayoría trabajadores metalúrgicos de Villa Constitución, que venían de dar todos la pelea por el famoso Villazo, que fue en el ’75 y otros sindicalistas de la ciudad de Rosario. Allí estuvimos 43 días.»
De su compañero detenido, Rubén Pez, Garín recuerda que en el lugar de detención lo llamaban Tosco, a raíz de su allanamiento y por culpa de un pequeño discurso que pronunció en el calabozo para levantarle el ánimo a Pez, «Rubén estaba muy asustado, entonces hablaba y hablaba fuerte producto del estado de emoción que tenía, todo lo que produce la represión, y en determinado momento lo acercan varios detenidos que allí estaban, cuando me doy cuenta de la situación pego un salto y digo: ¡Compañeros! Este hombre es delegado del Sindicato de Obras Sanitarias de Cañada ante la CGT Regional Cañada de Gómez y fue detenido porque le hicieron un allanamiento irregular, donde le encontraron un libro dedicado a la memoria de Agustín Tosco, el gran dirigente sindical de Luz y Fuerza de la CGT de Córdoba, con prólogo de Hipólito Solari Yrigoyen; y yo soy abogado asesor de varios sindicatos y asesor de una lista Azul renovación donde enfrentamos a la burocracia, encabezada por la patria metalúrgica en un plenario de la normalización que se hizo en el ’75 en la CGT Regional Cañada de Gómez. Conclusión todos estos compañeros bautizaron a Rubén Pez como Tosco.»
Sobre esos cuarenta y tres días, Roberto manifiesta que «nosotros teníamos convicciones y sabíamos bien por qué luchábamos, nosotros los de la generación del ’70, por un mundo más justo y equitativo, por una vida más digna, yo pertenecía a una familia perteneciente a un pequeño sector de la burguesía, como eran mis padres, todo eso hizo que yo me acercara a los trabajadores, y que hasta el día de hoy sigo defendiendo los intereses de la clases trabajadoras. Durante esos días nos interrogan, nos hacen preguntas nada profundas, como que militancia política tenia, si estaba en el Frente con Frondizi a lo que respondo que yo militaba en el Partido Intransigente de Oscar Allende, que había sido Gobernador de Buenos Aires. Lo que si te basureaban, te intimidaban. Entonces terminan el interrogatorio diciéndome le solicitamos que ayude y que apoye el Proceso de Reorganización Nacional, claro después de haberte detenido, humillado y de haber cometido todo tipo de atropello contra tu dignidad como persona humana te pedían, y eso lamentablemente pasó, que muchos compañeros no se bancaron y terminaron siendo cómplices, y se prestaron para ayudar a los represores en ubicar a los compañeros que militaban en el campo revolucionario.»
Roberto Garín, queda en libertad y vuelve a la ciudad, sin saber que después de pasar las fiestas y durante los primeros meses de 1977, todavía le faltaba lo peor…
En 1976, cuando Patricia Feeney llegó a la Argentina en misión especial de Amnistía Internacional, Amnistia Internacional aún no tenía sección argentina, la misma fue creada 1987. Pero, en el primer año de la dictadura, Amnistía sólo tenía 15 años de existencia pero una historia muy ligada ya a la pelea por los presos de conciencia, los encarcelados por su forma de pensar, contra el apartheid sudafricano y contra la tortura. La visita de Amnistía Internacional de 1976 es menos recordada que la encarada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos en 1979, pero según Feeney generó un hecho importante, instaló en el mundo, y sobre todo en algunas capitales europeas, el nivel de atrocidades masivas que estaban cometiendo los militares argentinos. El informe posterior a la visita, de 1977, deja en claro en aquel momento que ni la represión ni el golpe fueron una maniobra defensiva sino parte de un plan y revela el nivel extendido de naturalización de la tortura. Tanta, que uno de los entrevistados demostró saber cuánto tiempo duraban las marcas de la picana.[1] En un reportaje realizado por Martín Granovsky, para Página 12 el 23 de marzo de 2014, Feeney expresa que
«Sentí miedo por primera vez. Antes de llegar a la Argentina pensaba que iba a experimentar temor, pero nunca tanto. Y también me marcó para siempre el contacto con los familiares de las víctimas. Me sentí muy cerca de sus esperanzas. Me sentí muy cerca de sus angustias. Llevé encima sus esperanzas y sus angustias durante muchos años, y en buena medida por eso me comprometí con la idea de contribuir a crear una comunidad de derechos humanos en el mundo… Sucede que muchos de los desaparecidos eran de mi generación. Y sus padres, con los que yo hice contacto y en muchos casos lo mantuve, ya murieron. (…) El objetivo de los militares argentinos era cumplir con sus objetivos evitando la protesta abierta. Nosotros sospechábamos algo de eso, pero lo que vimos en la realidad fue mucho más impresionante. Por eso la Junta Militar argentina recibió el apoyo de tantos gobiernos. Por eso le llevó tiempo a la comisión de Derechos Humanos de la ONU construir el caso argentino.»[2]
Todos esos hechos investigados por los organismos internacionales de Derechos Humanos durante la primera etapa dictatorial, también fueron ocurriendo en la Cañada de los Gómez, y continuando con la historia de Roberto Garín, tras estar detenido durante casi un mes y medio, en 1977 sufre dos atentados, en realidad el primero de ellos no llegó a cometerse gracias a la valentía de su padre José. Otras las personas que fue importante en salvar la vida de Roberto fue su madre Leticia, quién después de encontrar la negativa de muchos abogados, ella misma y con la ayuda de un empleado judicial, en la esquina de los tribunales rosarino, escribió con su puño y letra el Habeas Corpus con el cuál legalizaron la detención de su hijo. Otro testimonio de Leticia, es la carta que envío al Jefe del Segundo Cuerpo del Ejército en Rosario, Leopoldo Fortunato Galtieri, y que más adelante detallaremos sobre la misma. Pero en ella, Leticia describe como fue el primer intento de asesinato a su hijo,
«Llegado Enero, mes de feria, como suele hacer todos los años, proyecta una gira para visitar a apreciados amigos. El 4 de dicho mes, a las 1.40, se detiene a pocos metros de nuestro domicilio, sobre la vereda de enfrente, un automóvil Peugeot 504, color tomate, con las patentes tapadas con tela, del cual descienden tres individuos que, con los rostros cubiertos y metralletas en manos, se introducen por un pasillo de acceso al garage del inmueble y quedan apostados contra el muro. Advertidos de tan desagradables e inesperadas presencias por mí esposo, desde una ventana de la planta, les ordena que se retiren inmediatamente y nos grita que llamemos con urgencia a la policía. Al oír esto, los desaprensivos individuos salen en desenfrenada carrera, ascienden al vehículo y desaparecen a toda velocidad.»[3]
Sobre aquel día Roberto recuerda que «yo ya estaba alterado, mi situación personal no era buena yo sabía que de alguna forma iban a atentar contra mi persona sabíamos lo que estaba pasando en el país y en esta zona, una represión bastante intensa que se ve a fines del `76, mi vida y mi profesión se desarrollaban viviendo de noche y durmiendo durante el día. A la una y cuarenta de la mañana escucho que empujan la puertita de enfrente de mi casa. Abro la ventana de arriba donde yo dormía, veo a tres hombres contra la pared enmascarados, los tres con la metralla para ser utilizada. Automáticamente despierto a mis padres, prendemos todas las luces de mi casa, mi padre muy osado y audaz se asoma y les grita que están haciendo, sinvergüenzas, retírense, mándense a mudar, y dirigiéndose a mi mamá le dice hable por teléfono a la policía. Cosa que mi madre hace sin obtener por supuesto ningún resultado.»
Al fracasar ese atentado, este grupo parapolicial, que queda demostraron que no tenían la experiencia de los grupos de tareas de los grandes centros urbanos, se asustan y huyen. Según nos relata Garín, se escaparon en contramano por Belgrano, doblan en calle Brown y siguen hasta Sarmiento, doblan a la izquierda hacia Rivadavia, llegan a Oroño y ahí frente al garage de la vivienda[4] donde vivía la familia de Horacio Brasca le tirotean la casa con balas de 9 mm, esta familia salva milagrosamente sus vidas por la mala puntería de estos genocidas. Roberto Garín al respecto afirma que «todos estos operativos estaban dirigidos por el Jefe de Servicio de Informaciones de Cañada, Raúl Blanco. Tengo la seguridad absoluta de que quien manejaba ese Peugeot 504 era Luis Morassi, que más tarde junto a otros fue procesado por otros ilícitos y no por los atentados que cometieron contra ciudadanos honestos de nuestra ciudad. Así como los falcón verdes eran los que hacían los secuestros de los grupos de tareas en Buenos Aires, acá en Cañada eran los Peugeot 504.» Finalmente, después de este hecho, Garín se dirije hasta la localidad de Maciel donde fue alojado por una tía y desde allí junto a un grupo de amigos se conducen hacia Concordia por un lapso de veinte días, volviendo a la ciudad en el mes de febrero, días antes del asesinato de Fany Giordano.
1977 transcurría normalmente para el resto de los cañadenses, el Centro Económico comienza la construcción de su actual edificio, se desarrollan los torneos deportivos programados, Adreca inaugura su planta industrial, la cooperativa mixta se instala en la esquina de la ex Casa Boston, en Buenos Aires fallece Horacio Fernández Méndez, Sport gana la Copa Gobernador de la provincia al vencer a Argentino de Firmat 95 a 75, Palito Magallanes es campeón nacional de box, se habilita el nuevo edificio del Colegio Nacional Florentino Ameghino y el mundo lloraba las muertes de Elvis y Chaplin[5]. Por su parte los cines de la ciudad estrenaba Brigada en Acción de Ramón Bautista Palito Ortega; los Superagentes en La Aventura explosiva; Enrique Carreras en Así es la Vida o Jacinta Pichimahuida se enamora de Enrique Cahen Salaberry según el guión de Abel Santa Cruz. Macako´s era el centro regional de diversión, aunque algunas fuentes manifiestan que Galtieri solía venir entre semanas a divertirse a escondidas.
Para la familia Garín, nada de eso la distraía del temor a que Roberto perdiera la vida en manos del Terrorismo de Estado. Y en marzo de ese ´77, la muerte rozó sus vidas.
Un día antes que Rodolfo Walsh escribiera su recordada Carta Abierta a la Junta Militar, en Cañada de Gómez Leticia Cagnin de Garín le escribió al mismísimo Leopoldo Fortunato Galtieri cuando este era el Jefe del Segundo Cuerpo del Ejército en la ciudad de Rosario. Con una calidad intelectual, proveída de su amplia trayectoria como docente, Leticia le describió con lujos y detalles los hecho ocurridos contra su hijo Roberto hasta estratégicamente pronunció palabras propias de los militares de entonces para tratar de llegar a lo más profundo de los oficiales, desconociendo que en ese lugar estos señores solo tenían espacio para el odio y la muerte. Después de describir lo sucedido en su vivienda el día de la detención e intento de atentado de su hijo en su casa, Leticia le detalla a Galtieri lo sucedido el 16 de marzo de 1977
«…mientras mi esposo y yo nos encontrábamos entregados al reposo y él (Roberto) se daba una ducha, después de regresar de un club en las inmediaciones, la explosión de un artefacto mortífero, colocado en una ventana del frente del edificio, con una carga suicida de 2kg. de trotil, nos convirtió de pronto, en testigos mudos, impotentes, aterrados, impávidos, bajo una lluvia infernal de proyectiles, de tornillos, de clavos, de recortes de hierro, envueltos en una cortina asfixiante de pólvora y polvillo, observando horrorizados cómo se desplomaban parte de las paredes, volaban puertas y ventanas, caían destrozados muebles y enseres, vidrios y cristales, adornos, cortinas, de la casa que con tanto sacrificios y desvelos, levantamos. Salvamos providencialmente nuestras vidas, pero no huimos, permanecimos allí, frente a esa tremenda realidad insospechada, empujados, quizás por la tranquilidad que embargaba a nuestras conciencias salvadas de culpas y de cargos, firmes, estoicos, valientes, con entereza y dignidad, y con la total convicción de que los árboles, mueren de pie, Sr. General.»[6]
El horror y el odio de las fuerzas parapoliciales fueron a matar a Roberto, como lo habían hecho un mes antes con Fany Giordano, y de aquella noche nuestro protagonista recuerda que
«En este hogar, que vivía junto con mis padres y donde tenía mi estudio jurídico y ejercía mi profesión en forma, en la madrugada del 16 de marzo del ‘77, después de regresa del club Olimpia donde estuve con mis amigos salvé mi vida de milagros. Por aquellos años este era un barrio bastante desolado, y mientras me estaba duchando siento que frena un vehículo. Automáticamente cierro la ducha, pero no me da tiempo a nada, y siento una explosión terrible, la bomba que me arrojan era potentísima, y bueno produce destrozos impresionantes en mi casa. Mi madre sufre una descompostura bastante violenta, siendo internada en el entonces Sanatorio Iriondo. Eso fue una conmoción muy grande en Cañada creo que fue el primer atentado terrorista en nuestra ciudad. Me acuerdo que yo me quede un día más aquí para hacer unas averiguaciones, realmente de donde venía este atentado, que después supimos que habían sido los responsables la Brigada del Servicio de Informaciones de la Unidad Regional X encabezada por el oficial Raúl Blanco. Por supuesto no podía hacerme el héroe, mi familia ya había sufrido la represión. Me tengo que ir de mi querida ciudad, exiliarme como digo yo, en la ciudad de Buenos Aires, por aproximadamente dos años y medio o tres»
Entre los que se la jugaron por él, recuerda que una de las últimas noches antes de partir durmió en la pieza del médico de guardia del Sanatorio Cañada de Gómez gracias a la colaboración del Dr. Daud Mamet que le facilitó el lugar para proteger a Roberto. Su retorno fue en septiembre de 1979, al cumplirse el 25º aniversario de la creación de la Escuela Manuel Belgrano, donde su madre, ex docente de la misma, realizó una clase magistral al frente de sus ex alumnos. Aquella jornada todavía es muy recordada en la historia de la Escuelita de la Ruta como la llamamos los cañadenses, pero volvamos a la carta de Leticia, allí ella le suplica a los altos jefes que dejaran vivir en paz a su familia utilizando una prosa que era utilizada por la camarería militar, pero solo a modo de estrategia como queriendo convencerlos de que agoten esa actitud
«Ahora si, acceden a mi serias reflexiones y me pregunto si este es el precio por el cual se debe pagar una trayectoria sin tachas, jamás empeñada, la conducta insoslayable de una familia jamás destrozada, que no supo de desviaciones ni de desatinos, sólo esfuerzo y trabajo, voluntad y principios y que tuvo, tiene y tendrá por siempre: DIOS, PATRIA y HOGAR.
»Fundamento la necesidad de expresar un especial pedido:
»1º) Se me extienda, dentro de las posibilidades que hubiera lugar, una constancia de que el procedimiento efectuado en su oportunidad no afecta el prestigio y la reputación de mi hijo, para proseguir con la investigación, hasta sus últimas consecuencias.
»2º) Solicito la mayor colaboración para que no queden impunes hechos vandálicos que aniquilan y destrozan.
»Confío en la Justicia Divina y en la acción de los hombres del Ejército Argentino, quiénes inspirados en los sublimes ideales de los próceres que fueron orgullo de nuestra nación, bregan con su diario quehacer, por la pacificación, la grandeza y el prestigio de esta tierra libre, que por fortuna, nos legaron.
»Cañada de Gómez, ciudad pujante y tranquila, con hombres y mujeres de trabajo, que sólo saben de cumplimiento… de obligaciones, con juventud estudiosa y niños inocentes, no puede ni debe verse sacudida, con afrentas fraticidas que siembran el terror y la zozobra.
»Le digo ¡gracias!, le repito, ¡muchísimas gracias!, señor General, en nombre de las Madres y de esta Madre, que aunque acongojada, aguarda esperanzada, con confianza y con fe, desde lo más recóndito de su corazón, que se haga Justicia, para que reine la Paz, que tanto, todos anhelamos.
»Dios guarde a V.E.»[7]
Las coincidencias de la historia hacen que un día después de aquel 23 de marzo de 1977, Rodolfo Walsh escribiera la recordada Carta Abierta a la Junta Militar donde el escritor manifiesta que
«La censura de prensa, la persecución a intelectuales, el allanamiento de mi casa en el Tigre, el asesinato de amigos queridos y la pérdida de una hija que murió combatiéndolos, son algunos de los hechos que me obligan a esta forma de expresión clandestina después de haber opinado libremente como escritor y periodista durante casi treinta años. El primer aniversario de esta Junta Militar ha motivado un balance de la acción de gobierno en documentos y discursos oficiales, donde lo que ustedes llaman aciertos son errores, los que reconocen como errores son crímenes y lo que omiten son calamidades (…) Quince mil desaparecidos, diez mil presos, cuatro mil muertos, decenas de miles de desterrados son la cifra que desnuda de ese terror. Colmadas las cárceles ordinarias, crearon ustedes en las principales guarniciones del país virtuales campos de concentración donde no entra ningún juez, abogado, periodistas, observador internacional. El secreto militar de los procedimientos, invocando como necesidad de la investigación, convierten a la mayoría de las detenciones en secuestros que permiten la tortura sin límites y el fusilamiento sin juicio. Más de siete mil recursos de habeas corpus han sido constatados negativamente este año. En otros miles de casos de desaparición el recurso ni siquiera se ha presentado porque se conoce de antemano su inutilidad o porque no se encuentra abogado que ose presentarlo después que los cincuenta o sesenta que lo hacían a su turno fueron secuestrados… »[8]
Cerrando la historia de Roberto Garín, su exilio no fue tan pacífico que digamos ya que su alma militante hizo que desde su lugar en la Juventud del Partido Intransigente participara de las Juventudes Políticas Argentina entre 1977 y 1978 junto a dirigentes de la talla de Nilda Garré, Federico Storani, Patricia Etchegaray, Enrique Dratman donde entre muchas luchas repudiaron la posibilidad de la guerra con Chile. Parte de este grupo enn 1979 viajaron a París donde participaron del Congreso de Abogados contra la Represión Ilegal en Argentina, posteriormente viajaron a Moscú. En ocasión de la visita de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), Roberto Garín firmó una durísima solicitada donde se pedía la libertad de los detenidos a disposición del Poder Ejecutivo Nacional sobre los que no pesen cargos, una efectiva adecuación del régimen carcelario a los principios establecidos en la Constitución Nacional y un diálogo abierto y sincero entre el Gobierno y el pueblo argentino sobre la situación actual del problema originado por el secuestro y desaparición de personas; junto a la firma de Garín podemos leer a las de figuras de la historia argentina como Monseñor Jaime de Nevares, Obispo Carlos Gattioni, Alicia Moreau de Justo, Pastor Pedro Lienenkamper, Obispo Federico Pagura, Emilio Mignone, Vicente Saadi, Raúl Alfonsín, Aníbal Reinaldo, Oscar Alende, Lisandro Viale, Rodolfo Ghioldi, Ricardo Molinas, Ernesto Sábato, Aldo Tesio y Guillermo Estevez Boero. Cuando en 1981 los partidos políticos argentinos deciden formar la multipartidaria, Roberto Garín junto a dirigentes de la talla de Daud Mamet, Cacho García, Rogelio Ruchelli, Alberto Monti, entre otros formaron la Multipartidaria que, después de la derrota en Malvinas, desemboca en la vuelta definitiva de la democracia.
Esa etapa de la vida de Roberto, bien puede compararse con la letra de María Elena Walsh cuando expresa en su canción Como la Cigarra «Tantas veces me mataron, tantas veces me morí, sin embargo estoy aquí resucitando. Gracias doy a la desgracia, y a la mano con puñal, porque me mató tan mal, y seguí cantando.»
[1] Página 12, 23 de marzo de 2014
[2] Página 12, 23 de marzo de 2014
[3] Carta de Leticia Lucía Cagnin de Garín a Leopoldo Fortunato Galtieri, 23 de marzo de 1977
[4] Actualmente se encuentra un local de perfumería, en Oroño al 300
[5] Reseña de cuatro décadas, hacia el fin del milenio. Eduardo Navarro, año 2003
[6] Carta de Leticia Lucía Cagnin de Garín a Leopoldo Fortunato Galtieri, 23 de marzo de 1977
[7] Carta de Leticia Lucía Cagnin de Garín a Leopoldo Fortunato Galtieri, 23 de marzo de 1977
[8] Carta Abierta a la Junta Militar, Rodolfo Walsh, 24 de marzo de 1977