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El Dr. Schierloh da algunas claves para comprender el brote de Covid-19

Pablo Schierloh: “quienes tenemos las necesidades básicas satisfechas debemos cumplir con el aislamiento en solidaridad con aquellos a los que les resulta imposible”.


Schierloh es doctor en Química biológica. En 2018 se incorporó al Instituto de Investigación y Desarrollo en Bioingeniería y Bioinformática (IBB) con sede en la Facultad de Ingeniería.

Estudia el Hantavirus en asociación con el Instituto MALBRÁN y el Instituto Karolinska (Suecia). La pandemia del COVID-19 puso a la comunidad internacional en emergencia sanitaria y la ha obligado a tomar medidas extremas para tratar de contener y mitigar su propagación. En esta conversación, el doctor Schierloh nos brinda algunas claves para comprender este brote mundial que ha puesto en vilo la vida cotidiana alrededor del mundo.

¿Qué son los coronavirus?

El virus que produce la enfermedad COVID-19 se encuentra dentro de un grupo llamado coronavirus, de los cuales seis infectan a humanos y el resto a animales.Por eso los veterinarios los conocen bien. Los coronavirus humanos más frecuentes producen resfriados y enfermedades del aparato digestivo relativamente leves.Probablemente, todos los hayamos padecido alguna vez sin darnos cuenta. Sin embargo, este es nuevo y reviste mayor gravedad ya que puede desencadenar cuadros respiratorios severos. Es el tercer coronavirus que origina una enfermedad epidémica: en 2003, el SARS-CoV-1 provocó una epidemia con epicentro en China; el MERS-CoV ocasionó otra en 2012 en Arabia y, en 2015, en Corea. La pandemia actual está ocasionada por el SARS-CoV-2. Estoy convencido que la rápida y relativamente exitosa respuesta que países como China y Corea han tenido frente al COVID-19 se debe, en parte, a su experiencia reciente con los otros brotes.

En comparación con otros virus que han ocasionado brotes masivos, ¿qué nivel de gravedad tiene el SARS-CoV-2?

Para comparar la gravedad de un virus o de enfermedades epidémicas, no solo hay que considerar la mortalidad, sino también su incidencia (el número de nuevos casos), el nivel de contagio y las herramientas que tienen los sistemas de salud para tratarlo, mitigarlo o prevenirlo. Si comparamos la pandemia actual con el brote de Influenza H1N1 del 2009, el nuevo coronavirus lo supera en mortalidad y capacidad de contagio. Además, para combatir la Influenza ya se cuenta con una vacuna. En cambio, para el COVID-19 no disponemos todavíade vacunas o tratamientos científicamente demostrados. Si lo comparamos con el SARS-CoV-1 y MERS-CoV, que tienen una tasa de mortalidad mayor, la incidencia de ambos resultó muchísimo menor que la que podemos prever para el COVID-19 en función de los números actuales.  Pero hay infecciones con bastante menos cobertura mediática que por diferentes razones son igualmente preocupantes. Por ejemplo, la tuberculosis mata anualmente a 1 millón de personas e infecta a 10 millones en todo el mundo. El Ebola, que es igualmente contagioso que el COVID-19, es 10 veces más mortal y tampoco tiene vacuna.

¿A qué se debe este alto nivel de contagio comparado con otros virus?

El SARS-CoV-2 es un virus nuevo. En una estricta acepción del término es realmente emergente. Esto significa que, entre otras cosas, las poblaciones humanas no contamos con algo que los epidemiólogos llaman inmunidad de rebaño (herdimmunity). Desde la perspectiva del virus esto significa que tiene altas chances de propagarse porque todos somos susceptibles de ser infectados. La Influenza emplea el mismo mecanismo de transmisión. Pero dado que existe vacuna y que lleva muchos años circulando en la comunidad, su transmisión resulta probabilísticamente mucho menos eficaz. Es precisamente por el principio estadístico de la inmunidad de rebaño que los médicos y científicos sostenemos que cumplir con el calendario de vacunación no solo es una decisión individual sino una obligación ciudadana fundada en la solidaridad.

¿Hay riesgos de que el COVID-19 mute?

Por ser un virus que se replican usando el ARN (y no el ADN como nosotros o las plantas), los coronavirus tienen una alta propensión a mutar sus genes, lo que implica un riesgo latente en términos de salud pública. Por ello, desde el inicio del brote, los científicos han monitoreado la aparición de cambios en la secuencia de nucleótidos del genoma y, lo que es muy importante, han asumido el compromiso de compartir esta información con toda la comunidad científica internacional por medio de bases de datos de acceso libre. Hasta ahora los resultados han sido bastante tranquilizadores. Comparativamente, la evolución del genoma de SARS-CoV-2 presenta parámetros de estabilidad mucho mayores que el SARS, el MERS y otros virus como HIV y Ebola. Las mutaciones detectadas hasta ahora no han afectado genes involucrados en el diagnóstico o la tasa de transmisión. Por otra parte, aún es demasiado prematuro para sacar conclusiones. El hecho de que no exista un tratamiento antiviral o vacuna implica que no sabemos nada sobre la capacidad del virus de desarrollar resistencia a drogas, como ha ocurrido con el HIV, o mecanismos de escape inmunitario como ocurre con Influenza.

¿Qué opina de las herramientas estadísticas que se han popularizado y del tratamiento de la información en los medios?

Las herramientas en general siempre son bienvenidas. En particular, las de comunicación social dado que constituyen instrumentos de empoderamiento ciudadano. Considero sí, que en esta pandemia se ha producido un bombardeo mediático del cual resulta imposible sustraerse. No culparía de esto a la accesibilidad pública de la información sino a la escasez de voces especializadas que ayuden al ciudadano a entender la real magnitud de los números. Como dije antes, el hecho de que la tuberculosis va a matar a muchas más personas que el COVID-19 o que el brote de Dengue de este verano ha sido uno de los mayores conocidos, son datos públicamente accesibles pero que carecen del «machaque» mediático constante.

¿Es factible desarrollar en nuestro país testeos de diagnóstico económicos y rápidos?

En mi opinión, la accesibilidad y seguridad del diagnóstico basado en RT-qPCR no es un problema tecnológico sino económico. En Corea del Sur, China y Alemania, este test es totalmente satisfactorio en términos de costo, accesibilidad y sensibilidad porque estos países son productores y exportadores de todos los equipos y los insumos necesarios para realizarlos. Equipar sus hospitales de mediana y alta complejidad no les resulta prohibitivo. En esos contextos, la tan mentada baja sensibilidad del test pierde sentido dado que las muestras son extraídas y procesadas de manera concertada. Nuestra coyuntura nos obliga a centralizar este diagnóstico; por lo cual, las muestras deben viajar hasta los laboratorios centrales y luego esperar que sean procesadas, lo que en muchos casos termina comprometiendo su estabilidad. Los test serológicos rápidos que, en contextos como el nuestro serían ideales, ya están disponibles en varios países asiáticos. Lamentablemente las investigaciones en curso muestran que su utilidad se limita a etapas post-sintomáticas de la infección. Mi opinión -bastante utópica debo reconocer- sería que los gobiernos de países en desarrollo deberían favorecer iniciativas para popularizar el diagnóstico molecular a un nivel de descentralización municipal. Por ejemplo, en países más ricos que el nuestro he visto iniciativas donde la técnica RT-qPCR se adapta a un formato tecnológicamente menos demandante que se llama «PCR de punto final».  En esto el sector académico y los laboratorios privados podrían jugar un papel que hasta ahora no ha sido suficientemente considerado.

¿Se deberían realizar exámenes de diagnósticos masivos?

Dado que no existe terapia específica, la única razón real para diagnosticar es la de consecuentemente adoptar alguna medida de prevención o aislamiento. La estrategia de diagnóstico masivo obedece a una gestión de la epidemia que resulta teóricamente perfecta pero que es muy difícil de implementar en la práctica. Cuando uno testea masivamente puede detectar incluso aquellos casos asintomáticos que eventualmente podrían ser aislados y de esta forma cortar tempranamente la cadena de transmisión. El ejemplo de adopción de esta estrategia es Corea del Sur que, como ya hemos dicho, contaba al momento del inicio de la transmisión local con la capacidad instalada para implementar el testeo masivamente. En países como el nuestro, donde la medida de mitigación adoptada es la estrategia de aislamiento social, la necesidad de testeo masivo no solo resulta operativamente innecesaria sino que implicaría el derroche de recursos escasos que podrían asignarse a la atención de los enfermos y a la protección del personal de salud.

En general, las medidas tomadas por el gobierno fueron muy bien recibidas por los expertos y la población; sin embargo, sobrevuela la idea de que están más enfocadas en una parte de la población que tiene garantizadas las necesidades básicas, como la vivienda y el acceso al agua potable: ¿qué opinión le merece esto?

Coincido plenamente. Las medidas de cuarentena con el grado de rigurosidad y restricciones que se implementaron en nuestro país sin dudas son epidemiológicamente recomendables. Pero, si las medidas paliativas que se adoptan en paralelo no resultan suficientes y su distribución resulta ineficaz o tardía, podrían tener un impacto desfavorable. No solo en lo económico sino también en lo social y, paradójicamente, en lo sanitario. Por esto, quienes tenemos las necesidades básicas satisfechas debemos cumplir con el aislamiento en solidaridad con aquellos a los que les resulta imposible.

El Diario de Entre Rios.

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