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EL NUNCA MÁS CAÑADENSE, ACÁ TAMBIÉN PASÓ. POR PABLO DI TOMASO


EL ARQUITECTO QUE NO FUE…

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Para este capítulo de esta historia me atrevo a imitar en parte el título de un trabajo que realizara la Universidad Nacional de Córdoba denominado Arquitectos que no fueron. Estudiantes y egresados de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Nacional de Córdoba asesinados y desaparecidos por el terrorismo de Estado, 1975-1983, cuyo prólogo fue escrito por Osvaldo Bayer e impreso en el año 2008 la Municipalidad de Córdoba. Y el cañadense que vamos a recordar en esta parte de este documento único hasta el momento, es a Víctor Hugo Paciaroni.

Víctor Hugo Paciaroni Pacher nació en Cañada de Gómez el 24 de mayo de 1952 pero de muy pequeños tuvo que emigrar hacia Córdoba junto a su familia. Es el número 7809 en el listado de la Conadep, era empleado del Ferrocarril General Bartolomé Mitre sin olvidar que se egresó en 1970 en el Colegio Pío XII de la capital mediterránea e inició sus estudios universitarios de arquitectura durante el año 1972 en la Universidad decana. Militaba en Vanguardia Comunista. Fue secuestrado el 3 de junio de 1976, en el barrio Vélez Sarsfield de Córdoba. Hasta el día de hoy se desconoce si fue a un centro clandestino o fue asesinado en la detención.

Roberto Garín, quién fue el impulsor de que Cañada reconociera a Víctor como víctima de la dictadura cívico-militar recuerda que «cuando era chico por problemas de salud, sufría de asma, sus padres se radican en Córdoba, allí estudia, fue a la Universidad comienza a cursar Arquitectura y Urbanismo. Luego empieza a militar en Vanguardia Comunista cuya rama estudiantil se llamaba Tupac (Tendencia Universitaria Antiimperialista y Combatiente), y en el Centro de Estudiantes llega a ocupar la Secretaria General. Por ese entonces y por contactos y vínculos de su padre entra a trabajar en el Ferrocarril, en la ciudad de Villa María donde se afinca. Con 22 años siendo el responsable político de Vanguardia Comunista, se produce el golpe de estado y él automáticamente vuelve a la ciudad de Córdoba. Su padre me contó que fue a una cita y que desde ese momento está desaparecido.» Cómo dije anteriormente, fue gracias a Garín, que se pudo descubrir más precisamente sobre la vida de Paciaroni y viajar hacia Córdoba para encontrar algún rastro de aquel militante popular de los setenta. Y encontramos en Sergio Ortiz, uno de sus compañeros de militancia palabras que describieran a ese Víctor soñador que dejó su vida por intentar salvar al país del imperialismo reinante. Entonces encontramos que el 1 de octubre de 1980, todavía en dictadura, Ortiz desde Vanguardi Comunista, publica lo siguiente

«Lo apodaron Barbijo en el Comedor Universitario de Córdoba, en aquellas jornadas inolvidables de apenas iniciado 1972. Todos apreciaban a aquel muchacho de barbita descuidada que los salvó del hambre por varios días. Resulta que el Partido, en alianza con el PCR, había promovido una lucha por diversas mejoras en el Comedor, que incluyó la toma del edificio. Ese día, varios miles de compañeros querían lógicamente almorzar, pero nosotros no lográbamos hacer funcionar la cocina. Las colas de comensales se impacientaban y las protestas crecían como el apetito. Llegamos hasta la sala abarrotada de estudiantes que aguardaban, para explicar lo sucedido. “¿Algún compañero no se anima a arreglar la cocina?”, pregunté; y de inmediato se me acercó Victor Hugo. Se metió en la cocina llena de compañeros impotentes que maldecían la mala suerte, utilizó como palanca el mango de una palita mecánica y entonces sí, un fuego maravilloso hizo dorar los churrascos. Cuando el olor a comida invadió los ambientes, convencimos a los estudiantes de que éramos una conducción seria, capaz de llevarlos a la victoria por ese petitorio. Y así fue. A personas como él pudimos encontrarlas y posteriormente reclutarlas porque habíamos detectado en un momento dado las banderas capaces de poner en movimiento a la masa estudiantil y porque habíamos hecho los esfuerzos necesarios para plasmarlas con la acción. Como el ciclo de la marea que deja en la playa especies valiosas antes de retirarse. (…) Sus pies estaban asentados a la tierra y por eso se opuso al voto en blanco en 1973. Una tardecita hablábamos a solas durante varias horas en el tercer piso de Arquitectura, antes de las elecciones. Yo tratando de convencerlo de que la táctica era justa, el escuchando en silencio, pero meneando la cabeza, anticipando su negativa. Cuando terminé de hablar levantó su vista y dijo Están locos, si gana el peronismo será un golpazo para la dictadura. Además, estaremos con el Pueblo. Para mí, hay que votar al FREJULI. A la célula de arquitectura se le encargó realizar campaña voto blanquista en Villa Libertador, un barrio combativo de pobladores humildes en las afueras de la ciudad. Victor Hugo, a pesar de sus opiniones adversas a nuestra táctica electoral, era el que trabajaba con más entusiasmo. Era un pez en el agua. Daba gusto ver la naturalidad con que llamaba a una casa, entregaba los materiales y hablaba con la gente sencilla. Ahí nomás lo invitaban a pasar, a tomar unos mates o a picar algo, y ya lo trataban como a un viejo amigo de la familia.

Le tiraba la clase obrera. Ya en 1972 lo habían electo como delegado a un Encuentro Nacional de Estudiantes realizado en Tucumán. En 1974 las elecciones del Centro de Estudiantes de Arquitectura son ganadas por la Lista Unidad y resultó Raúl Molina (camarada del PCR, secuestrado luego por la dictadura videlista) electo Presidente del CEA y Victor Hugo, Secretario General. En mayo del ’74, Victor Hugo es detenido por la policía mientras realizaba tareas de autodefensa para un grupo de compañeros que pintaban leyendas de apoyo a la lista Marrón durante las elecciones del SMATA Seccional Córdoba. Le imputaban portar una pistola calibre .45, lo golpearon mucho, pero se portó como un valiente. Estuvo algunos meses en la cárcel, pero fue liberado luego de reiterados paros en Arquitectura con marchas hacia el Juzgado Federal. Cultivó con el resto de los presos políticos esa fraternidad de acero que acuna la celda. Lo respetaban a pesar de que Víctor Hugo, que siempre iba al frente, -y quizás por eso mismo- siempre les dijo muy clarito lo que pensaba de los métodos y políticas de las organizaciones armadas revolucionarias donde militaba la mayor parte de ellos. (…) Cambió el pantalón de corderoy y la campera negra por el uniforme azul de los trabajadores de la estación del Mitre. Pero por dentro, el hombre seguía siendo el mismo, o en todo caso, mejor. Más reflexivo, más experimentado, con mayores fundamentos teóricos y políticos. Un cuadro del Partido votado por el Segundo Congreso de Córdoba para miembro del Comité Provincial. Con su sello personal llevó de la mano al Partido en esa zona a entrar en la Metalúrgica Mainero de Bell-Ville y a los obreros del matadero municipal de esa ciudad; a entablar relaciones promisorias con integrantes de las Ligas Tamberas, y dentro del gremio ferroviario de Villa María. Recuerdo que la semana previa al golpe de Estado tuvo dos alegrías. Había nacido su hijo Mariano y había conseguido -después de mucho trabajo- que una asamblea ferroviaria votara una resolución condenando el inminente golpe de Estado. (…) Mientras circulaba en motoneta fue secuestrado por el Ejército, por el 3er. Cuerpo de Menéndez y Vaquero, un 3 de junio de 1976 en algún punto del trayecto que va desde San Fernando hasta las inmediaciones de La Cañada y Avenida Roca. Algunas informaciones de quienes estuvieron secuestrados en el campo de concentración La Perla afirmaron que allí estuvo Víctor Hugo en el ’76. Después el rastro se pierde.»

Otro amigo y compañero de Victor fue Américo Soto, quién en el año 2004 escribiera Vidas y luchas de Vanguardia Comunista y uno de sus capítulos Víctor Hugo Paciaroni, te están esperando, y que también fue publicado en el trabajo anteriormente citado de la Universidad cordobesa, se lo dedica al cañadense cuando expresa que

«Tenía diecisiete años, vivía en la ciudad de Córdoba aunque era oriundo de Cañada de Gómez, Santa Fe. En esa época se venía el Cordobazo, que iba a pasar a unas cuadras de su casa, bajando de la zona sur de IKA-Renault hacia la Plaza de las Américas. Y Víctor Hugo, después “Barbijo”, olió algo porque no quiso viajar con sus padres y se quedó solo -era hijo único- para meterse en la pueblada. Apenas cuatro meses después, en el Comedor Universitario, se hace la toma estudiantil y las cocinas, enormes y complicadas, no funcionan. “Barbijo” se ofrece para ayudar y puede hacerlas andar. Comieron y lucharon. Ojo, que rindió seis materias de Ciencias Económicas hasta que se pasó a Arquitectura, según su madre porque ya estaba en política.

»Vi la foto en la casa de sus padres. Está con un perro negro, el suyo; él también morocho y muy pibe todavía, con mucho sol y su compañera, Roxana, embarazada, que estaba esperando a Mariano que iba a nacer en el ’76. (…) Se vino el golpe de los nazis Videla y compañía. Parar, ocupar y luchar era la consigna de VC y Víctor Hugo la propagandizaba en el sur de la provincia, en Bell Ville, donde mandaba el comisario Raúl Telleldín padre, asesino, torturador. Y también difundió esa oposición al golpe entre los obreros ferroviarios de Villa María y entre los tamberos de esa zona.

»Además, sabés Barbijo? Te están nombrando, como al Cabezón Roberto Cristina, Secretario General de VC que siempre decía cómo te portaste. Seguimos recordándote, igual que a los demás compañeros, por todo lo que fuiste: militante, estudiante, ferroviario, compañero.
Ya tus viejos tampoco los quebraron; firmes como eras vos, de igual palo.
Te abrazamos para siempre.
Américo Soto, su amigo.»

Para finalizar este capítulo, que prácticamente pertenece a los amigos de Victor y sus compañeros de militancia, la mejor expresión para recordarlo es como expresó Ortiz en 1980 cuando dijo que «Víctor Hugo estaba tallado de esa madera tan especial de los héroes comunistas. En el ganó el mantenerse íntegro para la causa del Partido y de la Revolución democrático-popular; en su profundo amor por su familia, y especialmente por su hijo, decidió no arrodillarse ante los militares secuestradores.»