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¿Cuantos minutos tendrán dos meses? Por Quique De María.


quique-de-maría-No se puede estar sano, y a la vez, ser indiferente ante una pérdida irreparable. Menos aún, estar a favor de esa pérdida y menos todavía, si se es responsable de la misma.

El dueño de un cuerpo, ve que en determinada circunstancia se le ha amputado un miembro. No una amputación provocada por razones terapéuticas, digamos, que alguien recibe un ataque y el atacante le cercena un brazo.

El atacado puede tratar de parar la hemorragia, buscar asistencia médica, gritar para que un vecino lo asista o llame a Urgencias. Hasta aquí, las hipotéticas acciones serían las que la mayoría de nosotros denominamos lógicas, emocionalmente equilibradas, psicológicamente salubres ¿Qué va a hacer una persona en su sano juicio luego de que alguien la haya atacado y despojado de uno de sus brazos o una de sus piernas? ¿Qué otra cosa hacer más que buscar ayuda, intentar detener el torrente sanguíneo, recibir asistencia médica? Porque otras inquietudes, en tales circunstancias, como pensar en ver el partido; serían de esas que llamaríamos ilógicas, dementes, carentes de contacto con la realidad.

Otra de las posibilidades sería la de sentir necesidad de venganza, desquite, revancha. No es lo más aconsejable pero es comprensible.

El problema de mi salud mental parece que aparece, si ante la desaparición de un un miembro de mi cuerpo, me generara indiferencia. Algo así como si dijese, “bueno, brazo más… brazo menos, no pasa nada”, o más fácil de explicar, si se tratara de la pérdida violenta del dedo de una mano. Que la actitud fuera, “en fin, ese dedo no me servía tanto porque encima estaba medio torcido, medio mocho… No era un dedo tan valioso, ¡Ma sí!, ¡dedo despreciable!”. Ya acá se entremezclan indiferencia y desprecio.

No, no parece muy equilibrado andar sintiendo indiferencia y desprecio ante la pérdida de un miembro propio.

Más se agrava el cuadro, si ante el ataque a la persona de uno, uno mismo colabora, y ayuda al atacante, le afila el machete, se lo ofrece, y expone el miembro para que corte cómodo, después le alcanza una bolsa o una sábana para esconderlo y le ayuda a encontrar un escondite para que ese miembro propio, digamos un brazo, quede oculto para que nadie venga con preguntas molestas.

Ser el autor material y/o intelectual de la pérdida de uno de mis miembros y de su ocultamiento, es de una perversidad y de una aberración exclusiva de pocos.

¿Cuál es la posición de cada uno de nosotros ante la desaparición forzada de Santiago Maldonado, uno de los miembros de nuestro cuerpo social?

¿Dónde está Santiago?

Quique de María.